Capitulo 22: LA LEY DE MURPHY

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Nos encontramos reunidos alrededor de la pantalla gigante, donde Maximiliano logro poner el plano que dibujo Eleonor. Con Lucas explicamos a todos los recién llegados lo que nos explicó el holograma de la mansión, y muchos susurraban entre ellos. El clima estaba cargado de preocupaciones y miradas que podrían significar muchas cosas, en especial después de que nos preguntaron por Calixto, y tuvimos que separar del grupo a las autoridades para contarle lo sucedido. En realidad contarle la coartada que inventamos. Si bien nos preguntaron de todo, terminaron creyendo en eso, o al menos eso pensamos, pero al volver con el grupo, todos esperaban una respuesta.

-¿Planearon alguna estrategia? – pregunta Carla, cortando el ambiente de silencio que se generó cuando con Lucas terminamos de hablar.

Lucas mira a Eleonor, y niega con la cabeza. Todos en la cueva comienzan a hablar, a largar ideas.

-De hecho yo si tengo una pensada – digo, cortando el bullicio.

Siento la mirada preocupada de mamá escarbando en mi pecho, pero tomo fuerzas y digo.

-Todas las habitaciones, o al menos las de nuestro lado de la mansión, están amuebladas: camas, sillones, mesas, hay de todo – muchos me miran como si estuviera hablando de cualquier cosa menos de la batalla –. Lo que pensé, es que podríamos dividirnos en dos grupos, el primer grupo entra a la mansión apenas la pared caiga, y se esconde en las habitaciones, usando los muebles como escondite, y espera a que vengan los de la comisión, y los atacan por sorpresa. Entiendo que podemos perder mucha gente aquí, y de hecho será así, pero debilitaremos a los de la Comisión, y cuando esto pase, entra el otro grupo a atacar.

-Es una buena estrategia – dice Carla. Sé que no le gustó nada. Pero es mejor que nada –. Pero creo que tenemos que mejorarla un poco, para evitar que algo salga mal, pero es algo, gracias Túpac.

-De nada, pero si algo puede salir mal saldrá mal.

-No si logramos evitarlo.

***

Luego de treinta minutos de ejercicios al aire libre, me siento al borde de la cama y agarro el traje que nos dejaron: un par de botas negras, pantalones negros, una remera negra, y una buzo negro, con los hombros y las mangas rojas, con un relieve de plástico con forma piramidal de distintos tamaños. En el centro del buzo veo el logo de Capolohua: el triángulo divido en tres triángulos interno, dos rojos y el del medio negro. Paso mis dedos y siento el frio del metal en mis yemas.

¿De esto se trató siempre? ¿Fui concebido para defender este triángulo, su significado y sus ideales? ¿Todo esto para que la vida de todos siga igual, pero la nuestra sea modificada o destruida?

Recuerdo también mi encuentro con ese extraño hombre, que aseguraba que la guerra dependía de mí. ¿Por qué yo? ¿Por qué solo de mí?

Comienzo a ponerme el traje, y veo a todos a mi alrededor con el traje ya puesto. A un par de metros de donde estoy cambiándome, Eleonor, cuyo pelo blanco ya está más largo de cuando la conocí, y ya le llega por debajo de los hombros, esta parada quieta. Rocío toma su pelo, lo envuelve en una cola, y lo corta. Cuando suelta, Eli tiene los pelos de nuevo a la altura de su nuca. Le queda hermoso.

Diez minutos más tarde, Juan Carlos pasa entregando las armas a todos. Me deja un pequeño bolso que prendo alrededor de mi cintura una vez que me coloco el buzo. Dentro, las cuchillas rojas y negras, todas listas para ser tiradas. Hay al menos cuarenta o cincuenta. Saco una con la mano, y la miro descansar sobra mi palma.

-Tenemos la mismas – me dice una chica alta con la que jamás he hablado, que me muestra su bolso.

-¿Sabes cómo se llaman? – recuerdo que ni Luciano ni Maximiliano le pusieron nombre.

CAPOLOHUA: El Vigésimo Quinto DescendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora