Capítulo 5

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Ethan depósito su vaso de café en la mesa mientras se levantaba de la silla y comenzaba a pasear por la sala en la que se acontecía una reunión. En el otro lado de la mesa en la que el detective se encontraba anteriormente sentado, se hallaba un señor acariciando su barbilla, con la espalda apoyada en el respaldo de su silla, era el jefe del detective.

-Bien —suspiró—, ¿me puede decir cual es la conclusión que ha sacado de su caso?

-Mire, señor.  Según los datos de la autopsia, recibimos el dato de que el hombre murió envenenado, y al encontrar en la escena una carta con tal mensaje de muerte, a mi parecer creo que el asesinato estaba planeado desde hace tiempo. El veneno consistía en una sustancia soluble en líquido que ejerce el efecto de matar horas después de consumirlo. Esto quiere decir que el asesino conocía perfectamente el horario diario del difunto como para inyectar el veneno en alguna bebida a cierto horario del día y saber que iría a fallecer en público en la oficina de cartas —respondió el detective, el interlocutor se quedó pensativo.

-¿Está usted diciendo que si el asesino planeó el horario como para que fallezca en público, tenía la atención de atraer la atención con el homicidio?

-Exactamente —retomó la palabra después de que le interrumpieran—. Estamos hablando de un asesino en serie que está alertando de que va a comenzar a asesinar o, sin embargo; de un asesino en serie el cual ya ha cometido algunos asesinatos y es lo suficientemente inteligente para no haber sido identificado y capturado hasta el momento.

-...Entonces en caso de que sea la segunda opción quiere decir que se está burlando de las autoridades, ¿cierto?

-No precisamente, existen los psicópatas que llaman la atención antes de causar una gran catástrofe.

-Ya veo... ¿cómo averiguó usted el horario del fallecido?

-Su mujer nos confesó la rutina diaria del difunto. El hecho de que el homicida, el asesino, haya conocido todos estos datos también quiere decir que calcula fríamente e investiga a fondo a sus víctimas, lo que me lleva a suponer que es posible que en vez de tomarlas al azar, las escoja por algún motivo en especial, que trataré de averiguar.

Aquel jefe, en un acto de prepotencia, intentando ponerse por arriba del detective, sonrió arrogantemente y cuestionó:

-Estás yendo por una hipótesis muy lineal. ¿No podría haber sido su mujer o incluso, un suicidio?

-Durante el interrogatorio a la esposa del señor Piney, el muerto, pregunté si había algún problema con su matrimonio o si habían tenido algún conflicto económico o con algún pariente, respondió a todo que no. Y por mis medios descubrí que decía la verdad. Respecto a lo del suicidio, el señor llevaba una vida alegre y sin ningún tipo de problemas —el hombre que se encontraba sentado hizo ademán de hablar, para volver a echar abajo las teorías del detective castaño, pero Ethan, como si leyese su mente, le interrumpió—: y aparte, Edward Piney fue a la oficina aquel día a recibir una carta de un amigo que había viajado a otro país hace unos meses.

-¿Y la carta? —cuestionó vulgarmente.

-La carta fue entregada de parte de un ingenuo adolescente que no tenía que ver con el tema, mandado de parte de un amigo anónimo y especificado en otra carta aparte. La analizaron pero, aparte de las del muchacho, no había ningún otro tipo de huella dactilar en aquella carta macabra.

-Ya me está mareando, Ethan —confesó entre dientes observando la cara de entrega y devoción del detective respecto al caso que le encomendaron, levantándose y dirigiéndose a la puerta de la sala sin mirar ninguna cara, aquel jefe declaró molesto—: Muy bien, le encargo el caso de ese asesino en serie definidamente.

-Muchas gracias señor, no pararé hasta dar con la identidad del homicida.

Sin despedirse, franqueó la puerta. Esta se cerró fuertemente y al cabo de un rato un policía entró a mirar la positividad del hombre, un señor carente de pelo, rollizo, y con pinta de torpe.

-¡Eh, chaval! —le señaló eufórico con los dedos varias veces— me alegro de que te hayan dado el caso, definitivamente.

-Gracias, Rob.

-Oye —se acercó a él, consciente de que iba a hacer preguntas incomodas—. ¿Qué tal con el asunto de tu ex-mujer?

-...Sí, intentando arreglarlo.

-Y... ¿cómo se lo ha tomado la pequeña?

-Ah, dudo que tenga mucha idea de la situción. Ya debe de estar grande.

-¿Seguro que se está arreglando?

-Tengo la corazonada de que sí. Mis corazonadas nunca...

-Entiendo, me sé la frase —llevó el policía sus manos a la cadera y miró al suelo—. Y no vuelvas a caer en lo otro, ¿eh?

-Sí, claro Rob —se hizo el silencio, Ethan puso su palma en la espalda del agente—. Venga, vamos a tomarnos unos donuts.

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