Capítulo 7

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Nota del autor/a: Para disfrutar de una mejor experiencia con el capitulo, dale al play al audio al lado de este párrafo mientras lo lees, con un volumen medianamente bajo, sobretodo con auriculares, espero que lo disfrutes.

El coche se detuvo lentamente, aparcando en un lugar donde no había señales de otras personas. Claramente, no muchas personas se pasarían por ese lugar en invierno. Las puertas fueron abiertas y Aden apoyó la suela de su zapato negro y reluciente de cuero en el suelo. No dijo nada durante el trayecto del viaje, ni siquiera separó los labios para preguntar a dónde le llevaban.

Una vez bajado del asiento del copiloto, rodeó  el coche y pudo admirar el paisaje. Comenzó a caminar. Hacía frío y sonaba el contacto de el calzado con la grava al caminar. Las olas se oían débilmente deslizarse por la arena a lo lejos.

Giró su cuello y reparó en Crawford, que estaba parado fuera del coche en el lado del conductor. Llevaba una chaqueta gris oscura de algodón, abrochada de botones medianos marrones, el cuello alto de su camiseta  de un tono azul pastel muy claro estaba colocado por debajo de la nuez, algo ajustada a la garganta y tenía sus blancas manos metidas en ambos bolsillos de su pantalón gris pálido.

Miraba al frente, como si le indicase que fuesen para allá. Había una pequeña cuesta arriba y comenzaron a subirla después de que el moreno pusiera el seguro. Se encontraban en una costa desde la cual se podía observar el mar.

El viento les daba desde el oeste. Crawford se sentó sobre la tierra, a sus espaldas, Aden le observaba de pie.

-¿Por qué me has traído al mar?

-Tranquilo —suspiró—. Estamos a media hora en coche de tu casa.

Aden se quedó callado.

-...No te he dicho dónde se encuentra mi casa.

El ojiazul miró hacia abajo soltando una pequeña risa despreocupada y luego volvió a mirar al mar.

-Anda, ven, siéntate.

El muchacho hizo caso y se sentó a un par de metros del mayor. El silencio y la calma inspiraron al joven a empezar a declarar algunas cosas. Y así hizo, sin apartar la vista del océano en ningún momento.

-Crawford.

-...¿Sí?

-No me gustó mucho lo que hiciste el otro día.

-...¿El qué?

-En la cafetería... cuando pusiste tu frente contra la mía.

-Te lo hago si me da la gana —respondió, o por lo menos eso era lo que presentía Aden que diría el hombre. Después de todo, en el fondo, era un ser sádico.

-Lo siento.

Aden miró de reojo hacia él, y apenas pudo ver su rostro serio, le sorprendió aquella respuesta, era lo contrario de lo que esperaba después de meditar sus actos.

El viento daba más lento.

-Es curioso —cambió de conversación—, no tengo nervios. Estoy... estoy hablándote mirando el mar lejos de mi casa, el cual ha asesinado a un inocente en público, no entiendo por qué no estoy aterrorizado. Ni siquiera entiendo por qué me ofrecí a venir aquí, ni por qué me he atrevido a decirle en cara a un desconocido que es un asesino.

-¿Algún día dejarás de llamarme desconocido? —interrumpió, dirigiendo su vista al castaño, con una sonrisa de diversión y un roce de ignorancia dibujada.

-...Disculpa —consiguió articular.

Craw se levantó y dio pasos hasta el joven, se sentó a su lado.

-Respecto a la cafetería... nunca pensé que estuvieras enamorado de mí. ¿cómo va a enamorarse un chico que tiene toda la vida por delante de un estúpido e insensible homicida?

Aden examinó el rostro de Craw al hablarle, el cual, de nuevo, miraba el romper de las olas.

-Sigo sin entender, a pesar de todo, por qué me confesaste que eras el culpable.

-Me daba igual, tenía el presentimiento de que podía confiar en ti.

Una ráfaga de viento vino de repente y movió el cabello de ambos.

-Y... ¿por qué no me matas ahora mismo?

El viento se paró.

-Porque a diferencia de ti, yo sí te quiero.

Como un efecto reflejo, Aden apartó la mirada, giró el cuello al lado contrario, quizás para ocultar la expresión de su reacción.

Los segundos pasaban, Craw se empezaba a arrepentir de lo que había dicho, sentía como sus cejas caían, iba a disculparse...

...Pero entonces Aden entrelazó su mano con la de él, sin dejar de mirar al lado contrario.

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