Capítulo 8

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Aden se despertó de repente, con la misma brusquedad con la que uno se despierta de una pesadilla. Sin embargo; se dio cuenta de que no estaba en su casa, estaba en lo que parecía ser una casa que hasta donde sus recuerdos llegaban le parecía desconocida. Ese simple y hecho le inquietaba.

Cosas recientes que recordaba, era que había estado con Crawford en la playa. Eso era lo que le parecía más cercano.

A su alrededor podía ver que se encontraba en alguna casa hecha de madera. Típicas de su país. Ésta era blanca. Sus pies hacían rechinar el suelo del mismo material cuando presionaba el piso.

Algunos clavos oxidados se encontraban hincados en las paredes, polvo se hallaba encima de algunas herramientas agrupadas en las esquinas, había una bombona de gas al lado y cuerdas y sogas estaban al lado de la única puerta que había. Había entre la pared derecha una porción la cual se notaba que se había cementado recientemente, al joven se le pasó por la cabeza que pudiera ser que se hubiera hallado una ventana antes en ese sitio.

Después de revisar aquel lugar que parecía un ático, Aden no se sorprendió de encontrarse con que una de sus muñecas estaba esposada a una tubería de la pared, pues fue lo primero en lo que se fijó.

La puerta se abrió y el ojiazul la franqueó. La cerró y se acercó a él.

-Hola.

-¡¿No dijiste que no me ibas a matar?!

-Tengo buena memoria. Sí, lo dije -sonrió silenciosamente de oreja a oreja.

-¡¿Cómo he llegado hasta aquí?!

-En el cuerpo existen los puntos de tensión. Depende de donde presiones para diferentes efectos. Antes de que te subieras al coche te golpee y caíste al suelo rápidamente. Apuesto a que tu mente puede suponer qué sucedió a continuación.

-¡¿Qué vas a hacer conmigo?! -gritó Aden, agarrando la camisa de Craw con su mano libre y tirándola hacia él, con tanta fuerza que el omóplato del mayor rozó el cuello del adolescente.

Al sentirlo, Craw se sobresaltó, expiró corta y fuertemente. El hecho de que le rozarán era una sensación que pocas veces había experimentado, y que fuera de parte de Aden, le resultaba demasiado. Como un reflejo, empujó al chico y lo alejó de él con tanta brusquedad que estampó la espalda de este contra la pared.

Sus rodillas se aflojaron y el psicópata observó cómo Aden caía al suelo del golpe. Cosa que no llegó a completar por que la esposa apretó de su muñeca y el dolor no le permitió ni recuperarse del la estampida.

-¡Aden! ¡¿Estás...?! -se agachó a la altura de la cara del castaño, pero inmediatamente su expresión pasó de preocupación a ira- ¡¡Vete a la mierda!!

Agarró su cuello y estrelló su cara contra la tubería.

Gritó de una forma desgarradora, la esposa volvió a tirarle cuando su cuerpo hacía otro intento de caer.

-¡¡Voy a dejar que te pudras aquí durante semanas y luego, cuando te mueras, te descuartizaré y te enterraré donde nadie te encuentre!! -dio pasos fuertes hacia la puerta- ¡¡¡Si no fueras tú, no tendrías una muerte tan rápida y tan leve!!!

Dio un portazo. El joven se encontraba todavía más mareado. Se apoyó en la pared y se quedó callado. Asimilando la situación en la que estaba. ¿Cómo era posible que el mismo hombre que fue así de sensible en aquella playa, sea tan enfermizo ahora? ¿Por qué se dejó llevar tanto, y confiar en una persona que ya le tenía encerrado para asesinarle? Todo era estúpido, lo que había hecho era estúpido, pero algo le dijo, y le dio la sensación de que ese hombre era de fiar. Claramente, ese "algo", estaba completamente equivocado.

Sin embargo, no era tiempo para pararse a pensar en todo lo sucedido, Aden tenía que pensar, pensar en cómo escapar, y la mente, funciona mejor bajo presión.

Se quedó callado, y era extraordinario darse cuenta de cómo, en esa casa, se podía percibir hasta el mínimo ruido.

Cerró los ojos, y meditó una forma de escapar. En su mente ya se le habían grabado los objetos de aquel ático, intentaba sobreponerse al dolor de su cabeza debido al impacto anterior, no quiso cerciorarse de si le salía o le corría sangre, si la respuesta era afirmativa, su mente agudizaría el daño.

De repente, se pudo oír claramente el sonido de un timbre.

Aden prestó máxima atención a lo que decían, aunque no llego a oír nada.

Crawford abrió la puerta, sacó una sonrisa falsa de amabilidad, acción de la que se había convertido en experto.

-Dígame.

-Hola, buenas. Somos la policía.

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