Deuda

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Sentado, esperando a que dijeran su nombre, estaba el joven pintor. En sus poco trabajadas manos se encontraba una carta un tanto arrugada y con algún que otro pegote de pintura. Sabía que no era forma de presentarse ante los superiores de un banco, pero aquello le había cogido con tanta sorpresa, que nada más terminar de leerla fue a aquella sucursal. Las ansias lo estaban comiendo vivo. Estaba trabajando en un nuevo cuadro y no podía permitir que justo en ese momento llegara aquella carta. Tenía que resolverlo antes de que se quedara sin inspiración para poder seguir.

- Señor Rogers- Al escuchar su nombre, se levanto y fue directo al despacho, donde un hombre obeso con puro en la boca lo estaba esperando- Buenos días, artista

En un pasado en el que debía saldar su deuda, él hizo aquel cuadro que todavía estaba expuesto en ese despacho, que ocultaba toda la realidad que tenía que mostrar: un hombre que solo quería hacer negocios para mantener a una mujer caprichosa que desarrollo cierta atracción por él, un niño obsesionado con los trenes y una niña que amaba su muñeca. Como odiaba su casa, pero así podía saldar aquellas deudas que tanto le costaban.

-Buenos días, señor Fortune. Hoy me ha llegado esta carta...

-De embargo, lo se, lo he firmado yo- completo la frase como si nada, reforzando ese odio por él- Lo siento, pero debe usted muchos pagos, señor Rogers

-Entienda, mi madre falleció y tenía que llevar todos los pagos para el funeral y...

-A mi me da igual, y lo sabes, tienes que devolver ese préstamo y pagar tus otras deudas. No puedes tener un banco tan importante así... A este paso tendré que llamar a los hombres

-Últimamente no encuentro compradores para mis cuadros como antes y me llevará más tiempo que un mes...

-Lo siento, pero solo tiene ese mes para pagar, o le embargamos, señor. Si no le importa, abandone mi despacho y, Rogers, la próxima que necesite otro retrato de mi familia, le llamaré.

Nada más abandonar el banco y volver a su estudio, le dieron auténticas ganas de agarrar sus brochas y pintar cerdos con puros en sus paredes y cristales. Pero un sentimiento de pintor honrado lo evitaba.No quiso pintar. Ya no tenía inspiración.

Últimamente la suerte no le estaba sonriendo: poca gente quería cuadros como los suyos, los precios no dejaban de subir, la muerte de su madre y sus amigos ya no estaban con él. Ser pobre era un chasco, pero más no tener a nadie con quien sobrellevar todo aquel peso. La idea del suicidio se había cruzado por su mente, así sus cuadros cogerían más sentido. Pero no quería morir todavía. Todavía le quedaba arte por crear.

Aunque viendo la situación, moriría si o si.

Se vio obligado a vender sus cuadros en los parques a precios de risa. Mucha gente se quedaba mirando como seguía pintando mientras intentaba que le compraran uno, y si los compraba, tenía que caer ante un regateo con el que no llegaba ni a pagar la tela. Con un poco de suerte, algún criado llegaba y le pedía que fuera al jardín de su señor para poder pintar su familia o la casa, a un precio más racional. Pero nada cambiaba. Habían pasado cinco días en los que no había recolectado ni el dinero que le costaban los materiales.

-Buenas, señor pintor- dijo un criado muy bien vestido- Mi señor ha visto sus cuadros y le ofrece esta cantidad por estos

Al ver el dinero, suspiro de la alegría. ¡era la mitad de lo que realmente debía! Había quedado en shock hasta que el criado chasqueo los dedos para despertarlo.

-¿Falta de dinero?

-Una deuda muy grande, pero con esto...

-Si es del banco, no cante victoria, ya sabe, los intereses- le recordó el criado- ¿Por qué no pide en mi casa ser el pintor? Su arte le gusta mucho a mi señor y esta muy desesperado por encontrar un pintor que logre pintar bien para su hija. Le pagará toda la deuda si se lo pide

Sus ojos se iluminaron. Era algo que necesitaba desde hacia tiempo. Podía encontrar un mecenas que le sacara de la ruina y poder pintar libremente. Como siempre quiso: pintar todo lo que ocupara su mente. Solo deseaba que el señor no fuera tan cruel.

El criado le llevó hasta su jefe, que lo examinó de arriba a bajo. Cogió sus cuadros y vio una gran sonrisa que hacía un poco de gracia por aquellos bigotes.

-Bien hecho, chico, quizás si que le gustan a mi niña... ¡Llévalo a casa, Pietro! 

Мисс деньгиDonde viven las historias. Descúbrelo ahora