Partir

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Los días pasaban con lenta agonía y poco a poco, llegaba aquel odioso día. 

Natasha dejó de insistir en su reencuentro como amantes y para Steve, aquella agonía era digna para una novela. Envidiaba el amor que se tenían Jarvis y Wanda, simple y sin complicaciones (quitando la negativa de su hermano). Él  solo podía pintar pura tristeza. No podía negar que le llamaba la atención las constantes visitas del doctor y las faltas de su presencia en cualquier parte. Su salud se deterioraba por momentos irremediablemente. Se sentía tan frustrado como el señor Petrovich. Pero otra preocupación que lo nublaba completamente era su deuda. Cada vez estaba más cerca el día de plazo y habían desaparecido bastantes cuadros. Se temía lo peor. 

- Huye- le decía Pietro- el día de la boda todo el mundo va a estar alborotado. Tendrás margen para coger tus cosas y huir con la paga del señor Iván. Él lo entenderá cuando se lo cuente. Si quieres, te podemos dar unos ahorros que tenemos Wanda y yo.

No se cerraba a ninguna posibilidad. La maleta estaba echa y no le importaba perder algunas de las herramientas siempre que pudiera salir de esa casa. No solo era por aquel problema monetario, la posibilidad de que la pareja feliz estuviera a pocas puertas dolía muchísimo. 

Se acogió a la idea de irse con el dinero que le diera Petrovich. Este dijo que podía cancelar su deuda si seguía siendo su pintor, pero no quería envolverlo en un problema y estar enteramente en deuda con él. Iván lo dejo estar y le dio el dinero que le debía y se marchó sin avistar a nadie. Tenía la confianza en que nadie iba a saber a donde iba. No dejaba de tener en mente, durante todo el trayecto andando a su antiguo local, aquel cuadro que hizo para Natasha. Su sonrisa. Su pelo. Tenía cada detalle perfecto de ella bien metido en la sangre. Odiaba amar tanto a alguien que no podía corresponderla, alguien que se estaba muriendo para desgracia de su corazón. Solo entonces pensó que prefería mil veces verla muerta que en brazos de alguien que no fuera suyos. Algo egoísta, pero lo pensaba de verdad. 

Cada paso que daba, la alejaba irremediablemente. Y dolía tanto como andar con cristales en la plante de los pies. 

Al llegar y ver aquel local desmantelado, sin nada, se le hizo normal. Era como un simple reflejo suyo. El tren que debía coger salía a primera hora de la mañana, por lo que debía dormir ahí. Le costó dormir horrores, las pesadillas lo acosaban irremediablemente. La boda era su mayor pesadilla. 

- ¡¿Steve?!- aquel grito lo despertó. Miró la hora y vio que aún le quedaba una hora para poder coger su tren. Debía salir de inmediato, antes de que llegara la gente a pedir un dinero que no tenía. Después miró a quien la llamaba. Iba vestida con un lujoso vestido blanco que llegaba a arrastrarse por el suelo. No llevaba el velo blanco y su pelo contrastaba gravemente con el vestido. Sus ojos brillaban, amenazando con llorar. Natasha estaba delante de ella, como un ángel caído del cielo.- No puedes marcharte sin mi, por favor

Al ver como en su mano había un pañuelo ensangrentado supo que ella había hecho un gran esfuerzo por llegar ahí, más del que Petrovich le hubiera dejado. Podía ver en la puerta a Pietro, sonriendo. Él debió dar el chivatazo. 

Мисс деньгиDonde viven las historias. Descúbrelo ahora