Cockburn

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Blair daba gracias todos los días por haberse encontrado con Angus el día en que su madre entregó su vida a cambio de la de su hijo. No sólo los había salvado de la furia de su padre, sino que les había proporcionado un hogar. Aunque su intención no había sido esa en un principio.

Cuando los llevó hasta la casa de su hermana, que resultó ser la duquesa de Cockburn, perteneciente a una de las familias más cercanas al rey Jacobo, pretendía salvarle la vida al bebé para que ella fuese más receptiva con sus intentos de seducción.

Con lo que no contaba era con que su hermana, Donella, descubriese el potencial de Blair como institutriz y la amparase bajo su halo de protección. Al igual que a su hermano recién nacido, al que había permitido ser criado junto a su hijo, que era sólo un par de meses mayor.

Hacía ya cuatro años de eso y, aunque Angus no se daba por vencido, Blair podía rechazarlo cada vez sin temor a que él terminase forzándola. Donella no lo permitiría mientras le fuese de utilidad. Porque eso también lo tenía muy presente. Cuidaría de ella mientras la necesitase.

-Bruce te busca. Tiene hambre - Donella la encontró saliendo de la cocina con una bandeja en las manos.

Sorprendentemente, su hermano y el heredero de los Cockburn se llamaban igual. Aún así, la duquesa sólo usaba el nombre con su hijo.

-Siempre ha sido un poco impaciente - le sonrió - Sabe que he venido a buscar la merienda. Aunque claro, un duque ha de ser exigente con su servicio.

Cada vez que sacaba a relucir un defecto en el heredero, trataba de convertirlo en una virtud después. Sabía que era menos peligroso no hacerlo pero se sentía una hipócrita si sólo hablaba maravillas de un muchacho que, en realidad, era un consentido.

-Ciertamente un futuro duque ha de tener determinación - asintió la duquesa complacida.

-Iré a llevarle la merienda inmediatamente - se inclinó en una graciosa reverencia.

También había aprendido en aquellos cuatro años que era preferible pasar el menor tiempo posible con los duques. A ella la adulación no le salía de forma natural y ellos la buscaban continuamente.

Las pocas veces que los había acompañado a la corte, se había sentido fuera de lugar. Más incluso que lo que solían hacerlo los de su estrato social. Las intrigas y los cotilleos perniciosos no eran de su agrado. Ella siempre prefería ir con la verdad por delante.

-Mañana salimos para la casa de campo - Donella la obligó a detenerse con sus palabras - Nos quedaremos al menos un par de semanas allí. Prepara su equipaje.

-Sí, milady - se inclinó en una nueva reverencia antes de marcharse.

Sabía que en aquella petición había incluido a su hermano. Siempre lo llevaban con ellos. Y también le habían prometido que recibiría la misma educación que el heredero. Algo que les agradecía enormemente pues no tenían por qué hacerlo.

Los niños parecían hermanos. Se querían como hermanos. Se peleaban como hermanos. Pero Blair siempre le recordaba a su Bruce cual era su verdadero lugar en aquella casa. Por más que lo estuviesen tratando con tanta deferencia, aquello podía cambiar en cualquier momento.

Después de dejar a los niños en el cuarto de juegos, donde sabía que no habría peligro de que se quedasen solos, empaquetó todas las cosas que necesitarían. Añadió ropa extra, consciente de que la mayoría de las veces, el par de semanas se convertían en meses.

Siempre le gustaba cuando iban a la casa que los duques tenían en el límite con las Highlands. El paisaje era espectacular y disfrutaba paseando entre los brezales cuando disponía de algún tiempo libre.

La institutriz (Viaje por las Highlands 1) // Disponible en todas las libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora