Kerr estaba de mal humor mientras regresaba por fin a su granja. Al igual que le había pasado los últimos ocho días.
Lorna lo había amenazado con huir con sus hijos justo antes de ser reclamado por Dougal y estaba preocupado por ello. Hubiese preferido quedarse en la granja hasta que diese a luz, sólo para asegurarse de que no cometía ninguna locura. Pero Dougal había requerido su presencia en una pequeña incursión fuera de Skye.
Si podía elegir, prefería no alejarse de su granja y mucho menos salir de la isla. Tras el mandado de su laird, no sólo había tenido que hacer ambas cosas sino que también habían estado demasiado cerca de la frontera con las tierras bajas. Y aquello le gustaba todavía menos.
Dougal y su primo habían hablado de conspiraciones y batallas por venir que no le interesaban. Estaba harto de la guerra. Sólo quería regresar a su hogar y estar presente en el momento en que Lorna diese a luz. A pesar del odio que sentía por ella, le preocupaba que algo malo pasase durante el parto. No le deseaba la muerte por más que lo hubiese humillado y engañado toda su vida. Porque ya no creía que alguna vez hubiese sido sincera con él. No después de todo lo que había pasado entre ellos.
Azuzó su caballo cuando entró en sus tierras, ya faltaba poco para llegar a su casa. Lo necesitaba. Allí podría olvidar lo sucedido días atrás, durante la reunión. Todavía se estremecía al recordar aquella increible sonrisa y la mirada de color miel que se había quedado atrapada en la suya. Hacía demasiado tiempo que su cuerpo no reaccionaba así por una mujer que no fuese la arpía de su esposa.
Su mente regresó a la muchacha. Era bonita. Más que eso, en realidad. Era voluptuosa, pura lujuria. El sencillo vestido que llevaba puesto se amoldaba perfectamente a su cuerpo. Pechos generosos, cintura estrecha y caderas sensuales. Era todo curvas exuberantes. Y su cabello dorado lucía despeinado como si hubiese estado retozando entre los brezos. Aquel pensamiento le provocó una incómoda erección, que trató de controlar removiéndose en la silla.
Se había defendido bien cuando la acusaron de espiarlos. Por un momento llegó a creer que sólo había sido una casualidad que se encontrase allí. Pero, ¿cuántas posibilidades había de que algo así sucediese? Ni siquiera Dougal tuvo dudas al respecto y había pedido a su primo que la vigilase de cerca.
Frunció el ceño al recordar como Angus la había intentado besar. ¿Tendrían una aventura? La reacción de ella fue demasiado visceral para que así fuera. Angus todavía lucía la marca de sus dedos en la mejilla cuando se alejó tras ella.
-Que me importa - se dijo en voz alta.
Y así era. Angus se encargaría de averiguar si era o no un peligro para ellos. Él debía centrarse en sus propios problemas. Su esposa, por ejemplo.
Llegó a la casa cuando comenzaba a anochecer. Las nubes se habían estado oscureciendo y amenazaban con descargar un torrente de agua sobre él. Dejó el caballo en el establo y entró en la casa en el mismo instante en que las primeras gotas caían del cielo.
-Justo a tiempo - le dijo Shona en cuanto lo vio.
-Sí - dijo él - Un poco más y habría acabado empapado.
-Me refería a Lorna. Se ha puesto de parto hace unas horas.
Kerr subió hasta el cuarto de su esposa, no compartían dormitorio. La vio tumbada, empapada en sudor, con los ojos cerrados y respirando con dificultad. Las sábanas bajo ella estaban empapadas en sangre y se asustó.
-¿Eso es normal? - preguntó a la partera.
-Tenéis que salir de aquí - fue la contestación que ella le dio.
-¿Eso es normal? - repitió, desafiándola con la mirada esta vez.
-Hay complicaciones - le dijo - Debéis salir de aquí. Vuestra presencia no le hará ningún bien.
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La institutriz (Viaje por las Highlands 1) // Disponible en todas las librerías
Fiction HistoriqueBlair había tenido una vida difícil desde su más tierna infancia. Con un padre borracho del que huír y una madre que dio su vida para alumbrar a su hermano, se ve obligada a trabajar a sus dieciseis años para sobrevivir. Tras cuatro años como instit...