Insoportable

27K 3.1K 305
                                    

Lorna se sentía atrapada en una vida que no quería. Nunca, desde que había decidido seducir a Kerr siete años atrás, había pensado que ser la esposa de un granjero fuese tan desesperantemente difícil. Ella, que había sido mimada en exceso por su primo Dougal, tenía ahora que encargarse personalmente de tareas que le resultaban tediosas. Y que le estaban destrozando sus delicadas manos.

Y por si eso no fuese suficiente, Kerr había cumplido su promesa de no volver a tocarla. Había albergado la esperanza de convencerlo con la escusa de engendrar un vástago pero en aquella única vez juntos se había quedado embarazada. Y había tenido un niño. El heredero de Kerr. Al único que su esposo dispensaba atención y amor.

-Termina tú esto, Shona - le dijo a la joven que estaba a su lado, apoyando las manos contra la parte baja de su espalda para estirarse.

Aquella muchacha era tan voluntariosa en todo, que se aprovechaba de ella siempre que podía. Más ahora, en su estado.

Después de cinco años desesperada por reconquistar a su esposo, sin resultados, lo había drogado de nuevo una noche, creyendo que si compartían la cama él recordaría cuanto la había deseado en el pasado. Ahora la odiaba más que nunca y ella tenía que soportar un nuevo embarazo, con todas las consecuencias que aquello suponía para su cuerpo.

-Descansa, Lorna - Shona continuó su trabajo sonriente - Tu bebé y tú lo necesitáis.

Sus embarazos nunca habían supuesto una gran molestia para ella, salvo por tener que ver cómo su cuerpo se hinchaba y deformaba con el paso de los meses. Pero sí lo había aprovechado para desatender sus obligaciones. Odiaba ser la esposa de un granjero. Sólo ahora lo sabía.

Había esperado convencer a Kerr de que abandonase aquel lugar e ir a Dunvegan, una vez casados. Y también quería que formase parte de la guardia de Dougal pero después del truco que usó para atraparlo, Kerr se había alejado de ella definitivamente. Apenas le hablaba y mucho menos la miraba si no era con odio y desconfianza.

-Te quiero, Kerr - le había dicho en su noche de bodas no consumada, desesperada porque la creyese aún siendo mentira - Hice lo que tenía que hacer para que estuviésemos juntos.

-Me engañaste, Lorna. A saber en cuántas otras cosas me has estado mintiendo. No creeré nada de lo que digas.

En las pocas ocasiones en que Lorna sacaba el tema de su matrimonio, terminaban siempre discutiendo. Si estuviesen en el castillo de su primo, hubiese buscado consuelo en los brazos de Ian. Lo echaba de menos y solía pensar que le habría ido mejor si lo hubiese alentado a él, en lugar de fijarse en Kerr. Sabía que ahora era el general de su primo. Había jugado mal sus cartas y lo lamentaba.

Aburrida de su vida en la aislada granja, había intentado mantener una aventura con alguno de los hombres de su esposo pero le eran totalmente fieles. Los odiaba a todos por ello. Y por hacerla sentir sola y abandonada en un lugar tan agreste como aquel.

Salió de la casa para que el fresco aire de la tarde le rozase la cara. Pronto llegaría el invierno y sabía que su tormento aumentaría. La nieve los aislaría todavía más. Cerró los ojos sintiendo una vez más que ella no pertenecía a aquel lugar.

Quería regresar a Dunvegan. Quería encontrar a un hombre que la hiciese sentirse deseada y perderse en sus brazos. Por su cabeza no se pasaba la idea de que ella misma se había buscado aquella situación. No, ella lo había hecho para conseguir lo que deseaba. Sólo que ahora, lo que tanto había ansiado años atrás, era lo que más odiaba.

-Mamá - Tam corría hacia ella con una amplia sonrisa.

A pesar de que verlo le recordaba la desgraciada noche en que Kerr dejó de amarla, siempre lo trataba con cariño por si el corazón de su padre se ablandaba al verlos. No sentía especial afecto por el niño. Lo culpaba por haber llegado tan pronto a sus vidas, imposibilitando que Kerr la perdonase por haberlo obligado a casarse.

La institutriz (Viaje por las Highlands 1) // Disponible en todas las libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora