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Todo el trayecto del instituto hasta nuestras casas transcurrió en silencio; ninguno dijo una palabra y ninguno quería romper el silencio que se había formado entre los dos; no era un silencio incómodo.

Nunca soltó mi mano desde que salimos del edificio.

-¿Vas a estar bien? -preguntó, colocándose enfrente mío, impidiendo que pudiera avanzar.

-Si... supongo.

Tomó mi rostro entre sus manos. -Aunque sea un idiota, sabes que puedes contar conmigo.

Le di una pequeña sonrisa como única respuesta.

-Mike, déjame pasar. Aún no llegamos.

Sonrió, soltando mi rostro. -En realidad, ya llegamos nena.

Un leve rubor cubrió mi rostro por segunda vez en el día.

-Ah... No lo había notado

Negó divertido por mi descuido.

Subí los escalones que separaban la puerta de entrada con la calle; su voz llamándome me detuvo:

-Amy-me di la vuelta en mi lugar; sonreí internamente al verlo despeinar con sus manos aún más su cabello, seguramente luchando por cómo decir lo que quería decirme-. Yo, eh...

Subió los escalones, parándose a mí misma altura. -Quiero probar algo.

-¿Qué cosa? -inquirí, viendo cómo se acercaba a mi rostro.

-Esto-susurró sobre mis labios.

Al principio fue solo un roce tímido, pero luego posó sus manos en mi cintura, pegándome más a su cuerpo y profundizando el beso. Subí mis manos hacia su cuello.

Gimió sobre mi boca, sin despegar sus labios, cuando mis manos se hundieron en su cabello.

-Te quiero, Amy-susurró.

Change; mgcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora