0.4

471 57 3
                                    

-No tenías que hacerlo-murmuré, intentando ignorar su confesión y lo que ésta había provocado en mí.

-Tenía. Ese bastardo no te merecía ni un segundo más-jaló de mis manos, atrayéndome hacia su pecho nuevamente-. Cada vez que te veía junto a él, me enfermaba, y deseaba ser yo.

Sus ojos estaban fijos en los míos.

-¿Por eso eras un idiota conmigo? -pregunté, desviando la mirada hacia un punto detrás de su cabeza.

Soltó una de mis manos y tomó mi barbilla entre ella, obligándome a volver a mirarlo a los ojos.

-Aunque no lo creas, eres una de las pocas personas que logra ponerme nervioso con solo estar a mí alrededor-rió levemente, sin soltar su agarre-. Y cuando estoy nervioso suelo actuar cómo un estúpido e idiota.

No respondí, me limité a procesar todas las cosas que había dicho y admitido; deslizó su mano que se encontraba en mi mentón hacia mi cintura, quedándose ahí.

-Yo quer...-comenzó a decir pero fue interrumpido por el sonido de la campana, indicando el fin del día escolar. Suspiró, mientras que se alejaba de mí y tomaba mi mochila-. Ten, te acompaño hasta tu casa.

-No tienes que hacerlo-respondí, tomando mi mochila y pasándola por mi hombro-. Ya has hecho suficiente.

-Quiero hacerlo. Y, por si lo olvidaste, somos vecinos nena-agregó divertido.

Rodé los ojos mientras que sonreía, abriendo la puerta del baño de chicas.

-Así es como quiero verte, con esa sonrisa que tienes-susurró en mi oído, colocándose detrás mío-. Tengo que admitir que amo cuando sonríes.

Un leve rubor coloreó mis mejillas; abrí la boca para responderle, pero una voz masculina interrumpió.

Change; mgcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora