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La música que emanaba de las bocinas se encontraba a un alto volumen, las personas estaban eufóricas, bailando y con vasos de cerveza en las manos. Sin duda, era un buen ambiente para ser una fiesta de unos casi mayores de edad.
Amelia había invitado a tantas personas que algunas ni siquiera tenían rostros familiares para Liz o George.
Terry había salido a recibir a la pareja, ofreciendo una disculpa sincera, por todos los inconvenientes que había causado. George había aceptado, con algunos presentimientos de extrañeza, mientras que Liz había aceptado sin remordimiento alguno.
Amelia salió en busca de George, al verlo a lado de Liz, la gran sonrisa que tenía se vio esfumada.

— ¡Liz!— Exclamó con falsa alegría la rubia. — ¡Ya llegaste!— Gritó por encima de la música, al mismo tiempo que abrazaba con fuerza a la chica aturdida. George y Terry platicaban incómodos a un costado de ellas.

—¡Ahora volvemos, chicos!—  Avisó a los muchachos, acto seguido, jaló a Liz, haciendo caso omiso a sus protestas.

—¿A dónde vamos?—  Preguntó Liz un poco nerviosa y sofocada por la cantidad de gente que había.

Amelia la ignoró, hasta llegar a la segunda planta de su casa, que había sido prestada por su madre con la condición de entregarla en perfecto estado. Liz forcejeaba, en busca de liberar su muñeca.

—¡Amelia!— Bramó, cuando esta soltó su agarre.

— ¿Qué?— Preguntó la chica de grandes pechos, batiendo sus largas pestañas en un gesto tierno, que siempre lograba convencer y calmar a Liz. Ella suspiró.

—Te he traído un regalo.— Dijo, aunque apenas era audible lo que decía, alzó la bolsa en mano para enseñarle.

—¡Oh! No te hubieras molestado.— Se excusó, haciendo un ademán de emoción con sus manos. Liz extendió la bolsa, esperando a que su mejor amiga la tomará. Ella la abrió y se sorprendió ante el regalo.

Se trataba de un bálsamo de mora azul; Liz le había facilitado la tarea todavía más.

—Muchas gracias. Ven yo igual tengo un regalo.

Entraron a la habitación de Amelia, quien tenía una decoración un tanto extraña.

—Toma.— Dijo, otorgándole una bolsa que había agarrado de su escritorio.

—Muchas gracias.

Mientras, Liz miraba maravillada el paquete de bálsamos que había comprado Amelia para ella, su amiga aprovecho para textear a su cómplice.

Amelia: Haz tu parte.

Terry: Entendido.

Abajo, Terry y George platicaban cerca del refrigerador donde estaban las cervezas. Terry había texteado una contestación a Amelia, lo más rápido que pudo.

—Perdona la interrupción. ¿Quieres una cerveza?— Ofreció Terry. George se debatía mentalmente. Sin embargo, su lucha interna no duró demasiado tiempo.

—Si, por qué no.— George miraba a los alrededores, veía a la gente bailar, y no se daba cuenta de lo que hacía Terry a su bebida.

Él abrió la cerveza, sin que George se diera cuenta, depositó una pastilla que lo mantendría drogado por dos horas.

—Toma.

—Gracias.—  Dijo él, dando un largo sorbo a la cerveza de sabor extraño.

Terry dio un trago, sonriendo con malicia, para después textear:

Terry: Listo, prepárate para la acción.

N/a: ¡No! Comenten que pasará o que se imaginan. Muchísimas gracias por seguir la historia. Los quiero miles.
Pd: Puta Amelia.
Pd2: Puto Terry.
-N

Bálsamo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora