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Vale, la cerveza tenía un sabor lo suficientemente raro, para que George sospechará. Por eso, mientras Terry no veía, tiraba el líquido por el desagüe.

George: Liz, algo raro está pasando. Estoy casi seguro de que Terry intentó darme algo. La cerveza sabía muy raro. ¿Estás bien?

Liz: Que extraño. Sí, estoy bien.

Si bien Amelia se estaba comportando más extraño de lo normal, a los ojos de Liz no se veía tan fuera de lugar. De por si, Amelia tenía una actitud similar y cabía decir que Liz nunca sospechaba de ella.

—Amelia, creo que ya deberíamos bajar.— Aconsejó Liz.

—Un segundo.— Convino, mientras se aplicaba el bálsamo frente al espejo.

Liz se sentía un poco incomoda, se preguntaba si había hecho bien en regalarle un bálsamo como el suyo. Aunque quizá, no habría nada de que preocuparse. Cuando por fin Amelia terminó, se dispusieron a bajar.

—Oh, Liz, me olvide de mi chaqueta. ¿Puedes traérmela, por favor?—Pidió su amiga, de manera tan cordial, que no puedo negarse. Liz asintió y se dirigió escaleras arriba.

Amelia bajo a toda velocidad, buscando con la mirada George, que como acordó con Terry, estaba en la cocina. A pasos decididos, se encaminó hacia él.

—Amelia.— Saludó George. Terry la miró con complicidad. Sin responder nada, se acercó provocativa.

—Hola, George.— Susurró pícara en su oído. Éste la miró confuso.

—¿Este... te pasa algo?- Preguntó extrañado temiendo que la hubieran drogado, al mismo tiempo, Amelia meneaba las caderas, pegada a su entrepierna, al compás de la música. Ella, se pegó cada vez más, haciendo movimientos demasiado vulgares. Y lentamente, aproximó sus labios a los de George, quien no pudo más ante la abrumadora situación y explotó: —¡Amelia, basta! ¿Qué carajos te pasa?

Liz, que apenas llegó, lo observó, verdaderamente impactada. La chaqueta que llevaba en manos, cayó al suelo.

—¿George?— Pronunció la pobre chica con dificultad.

—Liz, puedo explicártelo.— Se excusó Amelia.

—¿George?— Insistió Liz. —¿Qué pasó?

—Ella intento besarme.— Aclaró, mirando con asco a quien una vez había sido su amiga y acercándose a Liz, para darle un reconfortante abrazó, pues lágrimas salían de sus ojos. —¿Liz?

—Vámonos.

—Liz, escucha puedo explicártelo, en serio.— Repitió Amelia. Con las mejillas enrojecidas por la ira, se volteó hacia su ex mejor amiga y estampó su mano en el rostro de esta.

—¿Explicar qué, maldita zorra?— Gritó, causando que toda la multitud se girara para ver el espectáculo. —¿Qué intentaste besar a mi novio? ¿O qué parecías perra en celo? ¿O qué eres una maldita hipócrita? Dime qué, Amelia. Porque tendrás muchas cosas que explicarme.

Amelia tenía el rostro bañado en lágrimas.

—Lo siento, Liz.— Balbuceó.

Liz la miró con desprecio y salió por la puerta, dando fin a todo. George que se quedo atrás, corrió en dirección a Terry y atinó su puño en en su rostro.

—¡Intentaste drogarme, maldito imbécil!— Gritó al cuerpo que yacía en el piso, con la nariz sangrando. Para después, negar la cabeza hacia Amelia, quien le miraba suplicante.


Bálsamo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora