La traición: Parte 2/2

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¿Sería verdad que Aoba, ese niño tierno, feliz, e inteligente, había regresado del peor de los infiernos como si nada hubiese ocurrido?
Todas las piezas comenzaban a divergir de manera disyuntiva. Además, Aoba, hablaba con ditirambos. Él no solía hacer eso porque era un chico tímido, pero, por otra parte, podría ser verdad, pues no se habían visto desde hacía cuatro meses.
Aoba se acercó a Noiz, pero lo hizo muy lentamente.
»Hay algo que siempre quise decirte, pero jamás tuve la valentía para hablar del tema, pero...« cortó su propia frase.
El joven de cabellos rubios estaba interesado en saber de qué se trataba aquello que requería tanta importancia. No dijo nada y continuó esperando allí, petrificado.
»Te amo.« replicó finalmente Aoba.
Luego se dirigió lentamente hacia Noiz, le soltó una sonrisa radiante y luego... Le inyectó un líquido que lo durmió al instante. Perdió totalmente la consciencia.
Pasaron doce horas y Noiz recién comenzaba a recuperar el conocimiento. Su vista se notaba muy difusa, casi imperceptible a cualquier cosa que quisiese ver. Su visión se asemejaba con la de un videojuego de calidad terrible, en la cual los pixeles no pueden diferenciar los objetos del mismo personaje. De a poco empezó a ver bien. Noiz notó que se hallaba amarrado a una silla.
»¿Aoba?« preguntó el chico de hebras verdes.
»No soy Aoba.« respondió el joven de cabellos de color cerúleo con una media sonrisa en su vil rostro.
»¿Quién es él?« indagó Noiz luego de haber girado su cabeza hacia la izquierda en un ángulo obtuso.
»Ya son demasiadas preguntas.« exclamó Sly Blue.
Noiz estaba viendo, con seguridad, a un niño muy parecido a sí mismo: tenía cabellos rubios, cortos y desordenados; ojos verdes; pero las vestimentas no poseían la más mínima concordancia. Noiz bajó su cabeza por un instante, y en cuanto volvió a subirla, Koujaku estaba allí parado.
»Por un momento creí que era Theodore.« pensó el joven de orbes color verde.
»Tengo algo para decirte.« asintió Sly Blue »Mejor dicho para mostrarte.« sonrió de modo maquiavélico.
En frente de Noiz, tiró un bolso color negro y con tanto contenido que el mismo parecía estallar en cualquier instante. Un líquido rojo sobresalía del objeto: por su puesto, como era de esperarse, era linfa. Una intriga crecía dentro del joven Noiz, pero aún no podía saber de qué se trataba dicho sentimiento.
»¿Quieres que te muestre lo que hay aquí dentro?« preguntó Sly Blue, luego, sin obtener respuesta alguna del chico de hebras rubias, lanzó el bolso hasta al lado del mismo y le dio la orden a Koujaku para que le quite los nudos. Koujaku lo hizo. Noiz se acercó paulatinamente, con nerviosismo, sudando por el temor de la muerte y con lágrimas falsas que caían por sus mejillas como la lluvia que cae del cielo. Comenzó a llevar sus manos hacia el cierre. Lo abrió: su rostro representaba el horror que jamás había visto en su corta vida, y haber manchado sus manos de sangre no era nada en comparación con estar contemplando las cabezas de Naine y Haruka divididas a la mitad y mostrando todo el contenido de las mismas. Allí, con gusanos comiendo el aperitivo de un acto alevórico muy bien planificado. Noiz gritó con todas sus fuerzas, tanto que su garganta comenzó a dolerle, pero aún así no paró de hacerlo.
»¡Cállate!« vociferó Sly Blue, y luego golpeó a Noiz en el rostro.
La boca del chico de orbes verdes empezó a derramar sangre. El mismo limpió el líquido rojo con la palma de su mano.
»Tú no me produces miedo.« exclamó Noiz.
»Pero la muerte sí.« respondió Sly riendo de modo desquiciado, con el dedo índice apuntando a su cabeza y el pulgar elevado. Bajó el dedo que antes estaba hacia arriba.
»¡Mierda!« gritó Noiz, »Tú has matado a mis guardaespaldas.«
Noiz intentó herir al joven de cabellos azules claros, pero, en cuanto estaba a punto de conseguirlo, Koujaku lo tomó de los brazos y lo amarró nuevamente a la silla.
»Qué coraje.« asintió Sly Blue de manera burlona.
»Es algo que tú no tienes.« respondió Noiz.
»¡¿Crees que no?!« gritó Sly mientras colocaba las cabezas decapitadas cerca del rostro del joven de vestimenta verde y negra.
»Deberías dejarlo en paz.« interfirió Koujaku.
Sly Blue tomó una daga super afiliada y, sin siquiera dejar tiempo a Koujaku de reaccionar, atravesó su garganta con el objeto contundente. Repentinamente, todo se convirtió en un mar sanguíneo que ensució a los dos únicos jóvenes que aún se hallaban vivos en ese infierno. El niño de cabellos color cyan observó el cuchillo que desbordaba en flujo, y, sin pensarlo ni por un segundo, pasó su lengua por la daga, absorbiendo el líquido rojo como sí solo fuese a beber agua potable o mineral. Noiz sintió repugnancia por ese acto psicópata; sin embargo, jamás se le cruzó por la mente que abandonaría sus pensamientos, y no lo hizo, por supuesto.
»Cuando la sangre sea marginada y transformada, entonces lo imposible estará en frente de tus ojos.« exclamó repentinamente el joven de orbes amarillos.
»No comprendo.« Noiz sintió un mareo ininteligible.
»No es mi idea que tu cerebro lo procese.« respondió Sly Blue con mal humor.
Pasaron muchos días, y Sly Blue se encargó de mantener con vida al joven que tiempo atrás había secuestrado: le daba comida, le otorgaba agua, y lo desataba para que el mismo pudiese ir al baño -pero, obviamente, empuñaba un revólver mientras lo hacía- y también cambiar su vestimenta.
Las horas se hacían interminables, y el miedo se sentía latente en el aire cálido del espacio cerrado entre cuatro paredes. Ese espacio vetusto parecía débil, pero bien era notable que hacía falta más que un golpe acérrimo para que los muros cayeran. Noiz buscaba algún modo de escapar de la pesadilla.
El chico de hebras celestes aún cometía crímenes, seguía matando a cuanta persona se ponía en la posición de "obstáculo" y, sin siquiera pensar cómo, robaba dinero; además de ello, ubicaba a otra gente en su lugar.
Dieciséis semanas después, sin siquiera sospecharlo, ingresó en aquel lugar frío y, para su sorpresa, en la silla metálica, rodeada de hilos, allí, ya no se hallaba nadie.
»¡Carajo!« soltó un grito de cólera.
Mientras tanto, durante el escape, estuvo pensando en alguna forma de encontrar a Aoba, pero no pudo recurrir a algo o alguien. De repente... Noiz descubrió una situación feérica: "Ahora recuerdo quién es Sly Blue", pensó Noiz, y luego comenzó a correr con todas sus fuerzas hacia Kyuujuuminku, pensando en que, de algún modo, debía recordar durante todo el trayecto lo que tenía en mente o lo que su ideología lo llevaba a creer.
»Bien,« dijo Noiz en voz alta »vámonos a Rhyme. Vámonos a la casa de Aoba.«
Desde ese momento finalizó aquel acto de sufrimiento, aquella situación de ira interminable, esa circunstancia sumamente pérfida, y el tiempo retrocedió, las agujas del reloj se colocaron en viceversa, todo, desde una perspectiva simbólica, por supuesto. En tanto Noiz debía llegar a su destino, la lluvia jugaba en contra de su velocidad, pero claro, Usagimodoki siempre estaba allí para ayudarlo a movilizarse con certeza y sin siquiera recordar que podía resbalar y caer en un profundo golpe, uno tan fuerte que, por cierto, podría llegar a ser el último.
Aún quedaba un asunto pendiente, el cual era comprender las palabras psicópatas de Sly Blue: "cuando la sangre sea marginada y transformada, entonces lo imposible estará en frente de tus ojos". Descifrar un vocabulario elevado -sobre todo sí la temática no estaba muy bien definida- era muy confuso, inclusive para el talentoso Noiz. A fin de cuentas, lo único que pudo comprender fue que la acción de traición de Koujaku, lo llevó directo a una muerte que, paulatinamente, se la iba asegurando.
»La traición, con traición se paga.« pensó Noiz.

-Fin de la segunda parte.
-Fin del capítulo sexto.

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⏰ Última actualización: Sep 04, 2015 ⏰

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