Yacía en su casa, mirando la TV, escuchando esos ligeros sonidos que se oían por fuera de la misma. Se veía un poco aburrido, pero no lo reproducía mediante sus expresiones faciales, sino que lo mostraba a través del lenguaje corporal: se estimaba que su cansancio pudiere ceder en cualquier minuto, pero sucedía lo contrario, promulgaba la sensación de un dolor recóndito e inapreciable.
Todos los días miraba su programa de televisión favorito en su LED de definición de pixeles modo ultra HD y con sesenta y dos pulgadas; a pesar de que no poseía una pantalla tipo cinematográfica como la de Noiz, el joven disfrutaba de los lujos que tenía al alcance de sus padres. El frío aún continuaba azotándolo con una fuerza extremadamente increíble, Aoba se vestía muy bien, con ropajes gruesos y de mangas largas, con sus pantalones de lana cálida y abrazadora, además, con la ayuda de sus energías, la calórica y la interna. También cinética, pero a eso no hacía falta mencionarlo. Principalmente podía observarse que en el jardín ya no habían más hojarascas, no quedaban, y, al igual que con los dinosaurios, se extinguieron, pero no por un meteorito, sino por todo lo contrario, una helada espantosa. Se agradecían mucho las bebidas calientes como el té o el café, entre otras.
Muchos promediaban sus progresos, pero Aoba no, él prefería identificar sus grandes fallos para corregirlos e intentar jamás volver a repetirlos porque, la falla, tenía la forma de una hoz que se aproximaba cada vez más a su garganta.
El chico de hebras color zafiro estaba sentado en una silla que se hallaba en la habitación de él. Allí escribía en su diario:
»Mi querido diario íntimo, quería decirte que hace cinco días que no veo a Noiz, y lo estoy extrañando mucho desde que descubrí que lo amo con todo mi ser, toda mi alma, como nunca jamás lo hice con alguieni« al finalizar, colocó la cerradura en el mismo, lo bloqueó con un candado que requería de una llave específica. Nadie intentaba meter mano en ese elemento, sin embargo no faltaba la persona que lo intentara.
El pequeño de cabellos azules claros siempre se mantenía al pendiente de su cuenta de Rhyme, aunque a veces sucedían anomalías en los usuarios más frecuentes... Pero nada como lo que le ocurrió a Aoba. Pasó algo más allá de lo común o cotidiano, algo, mejor dicho, preternatural. Fue tan perturbador para el joven de orbes amarillos, que intentó gritarlo a los cuatro vientos; pero se le imposibilitó. Aoba estaba concentrado en el juego de realidad virtual, y algo feérico sucedió: mientras él estaba como Sly Blue (nombre de su usuario), algo comenzó a absorberlo, y al no poder resistir a tal fuerza éntica, perdió el uso de consciencia. Al despertar, se encontraba junto con los guardianes de Rhyme. Observó con mucho terror que el lugar en el que debía aparecer el nombre de Sly Blue, no decía otra cosa más que Seragaki Aoba. Eso era horrible y siniestro. Se hartó de su situación, entonces intentó quitarse el casco que lo retenía en el juego pero... Él no tenía puesto el mismo. Su corazón comenzó a latir muy fuertemente, y su rostro estaba pálido, de un color blanco. Lo peor que pudo haber visto en su vida fue cuando notó que alguien se hallaba del otro lado de la pantalla. Era su personaje de Rhyme. Aoba gritó:
»¡Hey!« se sentía furioso »No me dejes aquí. Te estás robando mi vida. Eso es una alevosía, es totalmente ilícito.«
El chico de cabellos azules que se hallaba fuera de la pantalla de cristal soltó una risa psicópata, luego dijo:
»Es mi vida, y mientras estés allí dentro, nadie podrá verte. Que suerte que creaste a un avatar tan idéntico a tí. Ahora yo voy a tomar tu... Ya sabes.«
Aoba estuvo por lanzar un grito potencialmente fuerte, pero en ese preciso instante, antes de que pudiese hacerlo, Sly Blue apagó la consola y se retiró del lugar. Decidió dirigirse a la mansión de Usagimodoki, porque así lo conocía él, a través del juego. Todo estaba muy mal.
»Hola« dijo en cuanto entró en la mansión »¿Cómo te sientes?«
Noiz se encontraba increíblemente galimático, sin embargo perdió toda duda de sí porque, con su apariencia, debía ser Aoba.
El joven de hebras blondas decidió consultar con sus guardaespaldas acerca de haber autorizado el ingreso de un pequeño sin el consentimiento de su jefe primero. Pero en cuanto salió para hacer la consulta... Ellos estaban tirados en el suelo, con marcas de puñales en sus espaldas, totalmente repletos de sangre pura y fresca y, a través de los puñales, podía observarse muy bien el interior de los cuerpos que yacían ya fallecidos de un modo muy violento. Noiz reaccionó y tomó medidas: activó el seguro de la casa desde su computador, a la misma le apareció un aura de tono fluorescente alrededor que podía cubrirla, inclusive, del ataque de un pelotón entero.
»Nos quedaremos un momento por- « Sly Blue lo cortó en seco.
»Yo no quiero estar aquí, Usagimodoki.«
El chico de chaqueta color marrón se dirigió hacia la puerta, y en cuanto se acercó... ¿La atravesó?
»¡¿Qué?!« gritó Noiz con todas sus fuerzas. Fue algo irracional, pero su primer reacción fue esa, vociferar. El joven de hebras blondas creía que el otro chico era un total insurrecto.
»Es imposible hacer eso. Es una materia indestructible« pensó Noiz.
El genio de las tecnologías comenzó a reflexionar acerca de lo que acababa de suceder, pero al no poder llegar a una conclusión concreta, decidió empezar a investigar más del caso (aunque eso le llevase siglos). Creyó que no existía mejor oportunidad de conseguir información que contrabando a un detective privado. Une locura.
Se mantuvo durante meses en busca del mejor trabajador en detective del universo, y, luego de mucho tiempo, lo encontró. Su nombre era Koujaku y tenía veintinueve años, con once años de experiencia. Él ya había resuelto el caso del hombre que asesinó a su pareja con un hacha, destruyó el cuerpo y lo desarmó en trece partes. Había hecho todo con suma inteligencia: se colocó guantes antes de destruir a su mujer y lo hizo todo sin dejar una sola pista, excepto por un error, el cual fue haber dejado saliva en el suelo producto de un escupitajo; en base a ello, el joven de hebras oscuras pudo deducir la hipótesis en su totalidad.
»Haz sido contratado para investigar un gran problema.« dijo Noiz.
»Sólo dímelo, no tendré problema en resolverlo. Yo podré.« respondió Koujaku.
»Solicito que veas quién mató a mis empleados. Creo que lo debes averiguar en profundidad.«
El joven de ojos rojos se cruzó de brazos, acción siguiente, habló acerca de lo que creía, era importante:
»Pues... Mis honorarios son un tanto elevados.«
»¿Y cuanto necesitas?« respondió un poco sádico el chico de orbes verdes.
»Quiero treinta mil setecientos cincuenta dólares; en efectivo y al contado.«
»Pues sí, hasta puedo otorgarte el doble de lo que pides. Lo único que debes hacer es darme una resolución.
Te entregaré cinco veces esa cantidad sí tú prometes resolver dos casos.«
»¿Un caso más?« preguntó sorprendido Koujaku, luego mostró mucho interés »Cuéntame más.«
»Se trata de un caso muy particular...« vaciló un instante, luego se reincorporó y completó su oración »Creo que a mi amigo le hicieron un Cambio de vida.«
Todo quedó en silencio y nadie soltó siquiera una palabra más.-Fin del capítulo cuarto.
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"Una entente con Rhyme".
Fiksi PenggemarNoiz, un joven que convive en el ámbito de la burguesía, se encuentra con Aoba, un chico de clase media-alta. Mediante el transcurso de sus vidas cotidianas comienza a cambiar, las decisiones de trascendencia harán que su final no sea más que sangre...