Como cualquier día normal, Noiz estaba pegado a sus asuntos tecnológicos, mientras los problemas de su casa parecían estar retrasados; aunque expresarlo así estaba, quizás, muy errado: toda su ropa estaba tirada por doquier, los muebles no se limpiaban desde hacía más de dos semanas consecutivas, y los mensajes de su computador ya no podían retener tantísima cantidad de información, a pesar de que la memoria de la misma aún contenía 75GB libres. No le prestaba atención a nada que no fuese su móvil. La maquinaria abarcaba casi todo el espacio del hogar:
»Maldición, he perdido una máquina.« exclamó el joven Noiz.
Cuando caminaba por algún lado nadie lo identificaba, ni siquiera los vendedores de los quioscos que residían allí por más de dos años. Según el pueblo, él era un niño invisible. Jamás le prestó importancia a las cosas que se le decía a menos que estas fuesen de su interés o conveniencia.
A veces sus intereses figuraba en la remodelación de su casa con la cantidad de dinero que le mandaban semanalmente, pero, la mayoría de las ocasiones, utilizaba esas ganancias para comprar pastas o pizza.
Su vida de independiente era la soñada por cualquier joven, excepto por él, porque estar solo o acompañado no cambiaba en absoluto su vivencia.
Académicamente, Noiz era cero vehemencia, además, intelectualmente era totalmente inteligible. Estudiaba a la intemperie, pero lo intercalaba con trabajos estudiantiles en los interiores.
»Etimológicamente, la palabra "Inteligente" deriva del latín intelligens -entis, de inter-legere, leer atentamente.« su sabiduría era impresionante.
Sus días eran todos iguales, desde el inicio del día, hasta su fin: se levantaba, preparaba su desayuno (sin acomodar su cabello o lavar su rostro), miraba la televisión durante dos horas, y luego limpiaba su cara y ordenaba sus hebras para estudiar en el jardín de su hogar. En cuanto acababa con esa actividad, se dirigía hasta su habitación y tomaba su celular. Así estaba durante mucho tiempo y luego se iba a la cocina para prepararse su cena. Cerca de las 23:00 hs se daba un baño para luego dormir fresco. Sus días eran sumamente repetitivos, quitando los días miércoles porque en esos días iba a comprar montones de pastas.
»Compras pasta, comes pizza. Eres un genio.« solía decirse a sí mismo.
Frecuentemente disfrutaba de la lectura de mangas de varios géneros, desde el shoujo o shonen, hasta el yaoi. Leer era una de las pocas cosas que podía entretenerlo y sacarlo del vicio de la tecnología.
Toda su vida dio un giro trascendental el día que decidió cambiar de rutina: pensó que si en lugar de estudiar en su casa estudiaba en una institución, su nivel intelectual sería más elevado (de hecho se dijo a sí mismo que eso le daría la ilusión de ser más genio) que el de todos los demás. No se equivocaba en absoluto, pues, al poder formar parte de una escuela, su ingenio sería aún más inmenso.
En la fecha del dieciséis de abril, Noiz ya estaba inscripto en la institución.
»Reciban a su nuevo compañero.« exclamó la profesora, y luego pronunció el nombre completo de su nuevo alumno.
»¡Bienvenido!« respondió todo el alumnado al unísono.
Nada parecía ir mal, pero la relación del joven de cabellos claros con la sociedad podía compararse con la del agua y el aceite: no se comunicaba con nadie y de ningún modo, ni siquiera con la maestra cuando hacía una pregunta general y la misma estaba dentro de sus conocimientos. Un antisocial bien formado.
Nadie se sentaba junto a él, siempre estaba solo en su asiento del lado izquierdo al final de la fila derecha. Eso cambió el día en que un chico llamado Seragaki Aoba debió acomodarse junto a Noiz porque llegó tarde y ya no quedaban más lugares disponibles.
»H-hola.« asintió el joven de orbes amarillos con un tono muy introvertido.
Se oyó un silencio incómodo por parte del chico de ojos verdes. No brotaba una sola letra de su boca, hasta que...
Noiz levantó la vista.
»Hola, ¿Quién eres?«
»S-soy Aoba. ¿Me permites sentarme aquí?«
El joven de orbes color complementarios al rojo afirmó con la cabeza. A Seragaki se le iluminó el rostro, acción siguiente, se acomodó junto a Noiz.
»Y... ¿Cuántos años tienes?« indagó el chico de hebras celestes.
»Nueve«, respondió él», ¿Y tú?«
Aoba soltó una sonrisa divertida, y Noiz simplemente la contempló.
»Tengo diez.« afirmó el chico de hebras color cyan.
Estuvieron durante toda la clase conversando acerca de múltiples temas, pero, por supuesto, sin perder de vista el objetivo principal, que era el estudio. Se hicieron grandes amigos, y, el joven de orbes color verde, inclusive, lo ayudaba con las matemáticas a Aoba. El chico de vestimenta color azul (la escuela no exigía un uniforme reglamentario) le dijo a Noiz que, antes de conocerlo realmente, le temía mucho, pero ahora, que lo conoció bien, creía que en verdad era un chico genial (él lo creía en todos los sentidos). Su relación era poderosa, hasta inherente podría llamársela, pero jamás se imaginaron que existiera una persona que pudiese segregar tal grado de amistad. Todo lo imposible, al parecer, se volvía cada vez más posible de lo que se creía.
Aoba tuvo la grandiosa idea de consultar con Noiz sobre un encuentro en su casa, al cual el chico de vestimenta color verde aceptó. Todo estaba bien planificado, sólo necesitaba consultar con sus padres:
»¿No tienes padres?« preguntó anonadado Aoba.
»Los tengo, pero la diferencia cae en que mis padres no conviven conmigo. Ellos trabajan y viven en el exterior del país.«
El joven de cabellos largos no pronunció una sola palabra acerca de ello, y dijo que le contaría a sus padres que más tarde traería un chico a su casa (ellos no lo malinterpretarían, ¿O sí?).
Al salir del instituto, a Seragaki se le dio por comunicarse con sus padres (de hecho consultaba directamente con su abuela) y avisar que llevaría un amigo a la casa. Ellos no se opusieron. Su hogar no era lejano, y por esa razón se dirigía solo hasta allí. Al llegar finalmente hasta la casa de su nuevo amigo, el joven de cabellos rubios tomó como primera acción saludar a Haruka y Naine Seragaki, pero claro, sin olvidarse de Tae. El trío lo recibió perfectamente bien. Los dos pequeños se fueron a la habitación de Aoba. En ese sitio, el joven de cabellos color aqua le enseñó su Allmate a Noiz.
»Se llama Ren, y lo amo. ¿Tú tienes uno?«
El chico de hebras doradas miró al Allmate de su nuevo amigo, y luego decidió responder:
»Si, él está junto a mí siempre, pero jamás lo ves porque se esconde mucho. Es muy tímido.«
»Y... ¿Cuál es su nombre?«
Noiz parecía un poco desatento, pero igualmente respondió a la pregunta con mucha naturalidad:
»Es Usagimodoki.« ,a continuación le dirigió la palabra a su Allmate.» Puedes salir.« dijo con voz serena.
El chico de orbes color complementario al violeta saludó a Usagimodoki y luego jugó un poco con él y con su Amado amigo.
Durante el día estuvieron haciendo muchas cosas, desde jugar videojuegos hasta hacerse preguntas como "¿Quién te gusta?", respuesta que Noiz no quiso dar porque, según él, nadie llamaba su atención. Noiz estaba desinteresado de reproducir la pregunta para Aoba. Su día fue muy divertido pero, pasado el tiempo, Noiz debía regresar a su mansión de lujo. Ambos acordaron para que al día siguiente Aoba pudiese ir a su casa. La familia Seragaki accedió.
Cuando el chico de cabellos rubios se fue a su hogar, Aoba no podía esconder la satisfacción de que con Noiz, desde entonces, eran Grandes amigos.
- Fin del capítulo primero.
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"Una entente con Rhyme".
Fiksi PenggemarNoiz, un joven que convive en el ámbito de la burguesía, se encuentra con Aoba, un chico de clase media-alta. Mediante el transcurso de sus vidas cotidianas comienza a cambiar, las decisiones de trascendencia harán que su final no sea más que sangre...