Capítulo 6

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Entender a esa mujer era muy difícil. Aunque, tal vez, no tanto. Así como yo sentía cosas por ella, ella también las sentía por mí. Quizás, solo fuera algo sexual. Ninguno de los dos éramos niños y, ya pasados los treinta, uno no se anda con tomaditas de la mano y nada más. Pero ella no quería. Tenía miedo. Y cómo no, si su ex la dejó marcada en cuanto a relaciones amorosas. Más aun tomando en cuenta que él fue un hombre importante en su vida. Diez años con una persona, no es algo fácil de olvidar.

Y lo que ocurrió hoy...

Primero, el asunto en el subterráneo; la intimidad que se formó en mi oficina; luego, nuestro encuentro en el edificio; comprar juntos; preparar la once; comer... Darle de comer. Eso fue muy arriesgado, creí que me mandaría a freír monos al África, pero no, lo acepto, algo incómoda, algo nerviosa, pero de todos modos lo recibió y, cuando lo hizo ella, el rubor subió a sus mejillas, sus ojos brillaron y su rostro cobró vida, aun sin sonreír. En ese momento, pensé en cómo sería hacer el amor con ella, cómo sus gestos demostrarían la pasión. El tenedor golpeando el platillo, me apartó de mis libidinosos pensamientos. Se enojó. No entendí. Al menos en el primer momento, porque ahora sí lo entiendo. No quería sentirse atraída por mí.

Me acosté y coloqué el CD con la música de Tarifa Plana, mi grupo favorito. Me dormí escuchando sus canciones.

Llegué a la oficina a las siete y media. Mi hermano llegó poco después junto a su suegro y mi cuñada.

―Bien, vamos al grano ―habló Hernán―. Los documentos ya están listos, solo falta el último trámite para que todo quede a tu nombre, aunque ya la empresa es tuya.

―Muchas gracias, Hernán, de no ser por ti y tus consejos, hubiese perdido todo ahora.

―Siempre hay que resguardarse, lamentablemente, en el mundo en el que vivimos, el dinero suele ser motivo de quiebres y separaciones familiares. He visto muchos casos de familias que, sin ningún escrúpulo, buscan la forma de despojar a los demás, incluso de lo que por ley les corresponde.

―Como ahora ―repuse algo triste.

―Así. Imagínate, tú has hecho todo por tu familia, eres un joven digno de admiración, has trabajado mucho y muy duro para llegar donde estás, sin embargo, ya ves, tus hermanos no valoran eso y pretendían arrebatarte todo lo que tanto esfuerzo te ha costado.

―¿Tú sabías que esto iba a pasar?

―No soy adivino, José Miguel, pero más sabe el diablo por viejo que por diablo ―contestó con una sonrisa comprensiva.

―Muchas gracias.

―Nada qué agradecer, muchacho, ustedes son parte de mi familia y siempre estaré dispuesto a ayudar.

Luego de entregarme los documentos que me hacían dueño absoluto de la empresa, se fue con su hija. Miré mi reloj, eran las ocho y veinte, alcanzaba a ir a buscar a Miranda y traerla sin atraso.

―José Miguel, quiero hablar contigo ―me dijo mi hermano con gesto sombrío.

―¿Es muy importante?

―Sí.

―¿No puedes esperar hasta las nueve? Tengo algo urgente que hacer en este mismo instante.

Roberto entrecerró los ojos sin comprender mi actitud.

―¿Puedes esperar o no? ―repetí.

―Sí, sí, ¿pasa algo malo, tienes algún problema? ―me interrogó, curioso.

―No, no, para nada, solo es un compromiso ineludible y urgente. ―No quería darle más explicaciones.

―¿Una mujer tan temprano? ―ironizó.

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