X Reconciliación

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No supo si fue el fuertísimo viento de aquella mañana o el intenso temblor que sacudió toda la casa lo que lo hizo despertar.

Nuevamente, Edgar fue el primero en despabilarse, pasando igualmente por aquella etapa del día anterior, de no saber donde estaba, sentir el cuerpo sumamente pesado y desesperarse al sentir las manos atadas a su espalda, lo que lo inmovilizaba casi por completo.

Se sentía mucho más cansado, además de que esa mañana, al despertar, sintió pequeñas puntadas en su cabeza que no se le quitaron hasta unos minutos después.

¿Eran todos aquellos síntomas algo normal?

Le sorprendió que sus amigos siguiesen durmiendo, puesto que el reciente sismo no había sido débil como para no sentirlo.

El cielo estaba nublado, nubes blancas que cubrían totalmente el cielo, sin dejar que ni un pequeño rayo solar entrara por la ventana, como lo era en el campamento anterior.

Quiero puro irme, por la cresta.

Al rato después, escuchó fuertes pasos afuera de la casa, que luego dieron paso a una puerta abriéndose con violencia.

-¡Arriba!- todos despertaron de una y se pusieron de pie como pudieron, ardua labor al tener los brazos atados. Jaime corrió a ayudar a su moreno una vez estuvo del pie, puesto que su brazo herido volvía torpe cada movimiento que este realizaba. -Muévanse- decía tajante un hombre que no habían visto, pero que llevaba un arma igual de peligrosa que las de los demás, lo que los obligaba a hacer todo sin oponerse.

No hubo más comunicación que unas miradas de susto entre ellos, tratando de confortarse mutuamente, tratando de confiar en que en algún momento podrían escapar de aquel lugar.

Fue exactamente el mismo recorrido que el día anterior, pasando por la calle de tierra en medio de todas las casas, llegando a la principal donde les dieron nuevamente aquella repulsiva sustancia que aún ninguno podía descifrar qué contenía, la cual tuvieron que ingerir de todas formas si querían evitarse problemas.
El único cambio fue que, en vez de llevarlos a los campos de cultivo, los guiaron hasta la arboleda cercana, árboles de troncos medianos a todo su alrededor. Y, al igual que el día anterior, ya había más gente trabajando antes de su llegada.

-Aquí trabajan hoy, -decía mientras les desataba las muñecas- cortando la madera, usando de referencia las que están allá de apoyadas, - apuntando hacia el pequeño armario parecido al de donde habían trabajado antes; donde seguramente estaban guardadas las herramientas- talando árboles, cortando troncos o la mierda que quieran, pero callados y no quiero ni verlos descansando- finalizó severa.

-¿Y él tiene que trabajar igual?- dijo Jaime refiriéndose al mayor, a quien obviamente aún le dolía el brazo. Nicolás no se esperaba aquel comentario, se sonrojó meramente por lo mismo.

-Mientras no se vea que la venda está empapada en sangre, él sigue trabajando- dijo tajante, dando media vuelta y retirándose hacia su puesto de vigilia, desde el cual observaba a todos con un arma entre las manos.

Obligados, cansados, decaídos, enojados, tristes, preocupados, hambrientos y asustados, empezaron con su trabajo sin reclamar, y fue así durante todo el día, todos concentrados y absolutamente callados, en completo silencio, sumidos en sus propios pensamientos, aguantándose todos los malestares tanto físicos como emocionales. Se detuvieron únicamente para almorzar, descanso que no duró más de quince minutos, y no estaba ni cerca de ser lo suficiente para haber estado trabajando todo el día... pero no podían hacer nada.

De vez en cuando, Manuel miraba a Edgar preocupado por lo que había pasado el día anterior, y más inquieto aún al notar su palidez y su notorio cansancio. Este le respondía con las mismas miradas profundas junto con sonrisas, tratando de decirle "estoy bien", actuación que Yelo claramente no se creía, lo conocía demasiado como para tragarse aquello.

Juntos, Ahora y Siempre (Jaidefinichon GOTH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora