Juntos, Ahora y Siempre (Jaidefinichon GOTH)

XVII Por todos, por ti

Avanzaban con cautela, las mismas sensaciones que la última vez, con la única diferencia de que la depresión y el miedo estaban más presentes, pues ya sus mentes no eran capaces de imaginar qué les pasaría si los descubrían otra vez, como tampoco sabían si le temían más a la muerte o a las personas de ese lugar.

Iban lento, demasiado lento para su gusto, pero tenían mala experiencia al precipitarse cuando no debían.

No caminaron más de unas dos casas, cuando escucharon un disparo no lejos de ellos. Se quedaron gélidos en sus sitios, cruzando miradas nerviosas entre ellos, buscando confort en las mismas, sin poder evitar los peores pensamientos, el Iván... Entonces, sintieron pasos, varios y veloces pasos por el camino principal del sector sin dirección precisa, justo al otro lado de lo que los estaba ocultando.
Apenas si respiraban, exhalando lentamente e inhalando de la misma forma con tal de no hacer el más mínimo ruido, manteniendo los ojos sumamente abiertos, tratando de no temblar de los nervios, de que las sombras los cubriesen por completo. Los pasos no cesaban, pero ya se escuchaban más distantes, sin embargo aún no podían identificar cuál había sido el camino que habían tomado.

No supieron cuánto tiempo estuvieron en la misma pose esperando que el silencio total les indicara que estaban a salvo, al menos hasta ese momento; recién se percataron de este cuando las extremidades se les empezaron a helar a causa del sudor que se secaba sobre ellas, no obstante aún no se sentían listos como para continuar. Nunca habían tenido tanto miedo en su vida.

-El... Iván... -musitó apenas el moreno cuando ya el ambiente estaba mucho más calmado, perdiéndose su voz entre los susurros nocturnos, haciendo reaccionar a los otros dos.

Nicolás se hundió en el torso del rojo, quien solo le hizo cariño en el pelo y miró serio a Oscar que le devolvió la misma mirada. Sabían que quedándose ahí no ganarían nada, y no podían dejar que el sacrificio que Iván había hecho por ellos fuera en vano.
Jaime asintió, señalando el lóbrego camino que tenían por delante. Oscar imitó el gesto, y empezaron a caminar nuevamente.

No se veían para nada seguros, mucho más expuestos que la vez anterior. Sentían que todas aquellas personas, si es que de verdad habían sido varias, cuyos pasos oyeron con anterioridad, los tenían rodeados, o los seguían, o los vigilaban y los matarían de un momento a otro sin permitirles reaccionar. Mas continuaban con su recorrido, aún cuando en varios momentos hubiesen preferido quedarse en su lugar y adoptar la habilidad de un camaleón. Lamentablemente no podían tenerlas, como tampoco podían quedarse, no podían rendirse, no en ese momento, no después de tantos sacrificios, tanta pérdida, tanto dolor... tenían que lograr algo por lo que valiese la pena todo el sufrimiento.

Y ello era todo lo que Jaime pensaba, salir, escapar, triunfar aunque sea en algo, hacer valer todo aquel tiempo en esa cárcel. Ya no lo importaba si él salía, sólo le interesaba que los demás siguiesen con vida, eso era todo, todo lo que pedía...

Porfa, weón, dime que ahora sí... pensaba exhausto, avanzando y avanzando de la mano de Nicolás.

No se dieron cuenta cuando ya habían llegado a la última casa, mismo punto de control que habían tenido la última ocasión, en donde habían fallado rotundamente en la toma de decisiones.

Se quedaron de pie detrás de esta, el rojo estaba a punto de hablar para ver su siguiente paso, cuando percibieron el caminar de alguien, no, de varios. Con la boca a medio formar una palabra se volvió una estatua, quedando con la mente en blanco, sin saber qué más podrían hacer. Si bien no era mucha gente la que se lograba escuchar, los que estuviesen tenían armas, armas que en cuestión de segundos podrían acabar no sólo con su plan, sino con su vida derechamente.