Alejandra...

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–¡Esta bien!- dice Emma

Caminamos unas cuantas cuadras, y apareció un carro, Doget, calculo que de los 50, me sentía cohibida a preguntarle a alguien, si nos pudiera facilitar la llegada a un sitio mas céntrico, pero tenia que dejar de sentir ese sentimiento, porque tampoco me moría por quedarme allí.

–Señor, ¿nos podría dejar en un sitio mas céntrico? Por favor es que nos perdimos –mentí

El asintió con un movimiento de cabeza, sabia perfectamente que fue fuera de lugar la palabra señor, ya que era un hombre que ni siquiera llegaba a los 30.

Llegamos cansadas, caminamos tan deprisa a mi habitación, que ni siquiera el ruido que azoto la puerta, nos detuvo o significo algo en nuestro sentido auditivo, nuestra cabeza estaba agobiada, por pasar una noche entera despiertas, y escapar de unos dementes.

No quería decir esto, pero Américo me esta ocultando cosas muy importantes, tal ves yo le haya ocultado lo que mi mente produjo, en el momento que estaba inconsciente en el suelo. Pero eso no quiere decir que permitiré que el, este ocultando cosas semejantes a las de hoy. Sin decir una palabra, desde que decidimos venir hasta aquí, Emma y yo, comimos un sandwich, y luego nos duchamos, ella primero y después yo.

A pesar que nos fue algo mal, el señor fue muy amable con nosotras, o bueno el muchacho, no cruzo mucha palabra, solo lo necesario para saber a donde íbamos.

Al estar duchadas, Emma entro en el cuarto de huéspedes, sin siquiera decir nada, ella es el tipo de personas que te dejan confundida, porque de alguna manera u otra, no sabes que has hecho para que te ignore. Pero hoy era diferente, yo sabia que estaba molesta, por el peligro al que la expuse, y yo también estaba molesta conmigo misma.

Hoy es Jueves, bajo las escaleras, y tomo una carta doblada en una caja.

  –Malditas mariposas, que me hacen caer en el abismo...

En ese momento sentí un frió atroz, como si el clima al que esta el ambiente en estos momentos, cambiara de tropical a invierno.

Sentía como quedaba petrificada, la letra perfectamente moldeada, en la hoja vieja, y yo sabia a quien pertenecía. Esto es algo absurdo, esto es una broma, (trate de darme, falsas esperanzas).

Trato de calmarme porque estoy algo histérica, no he dormido nada en lo absoluto, de todas maneras, me visto de nuevo, y salgo de mi casa, sin teléfono ni nada, solo con la llave de mi casa.

Llego al hospital, y trato de parecer amable, porque me siento terriblemente amargada.

Américo aparece por la puerta de atrás

-Dulce, ven vamos a entrar

Me agarra de la mano, caminamos hacia la habitación de su madre, el doctor esta de espalda, su cabello es rojo, se me hace raramente conocida su figura, al chico de esta mañana.

  – Ame, ¿quien es es doctor que atiende a tu madre?

 – Nadie importante

 – Debería ser importante, yo si hubiese sido tu, no estaría tan tranquilo, encargándole la vida de mi madre a alguien, que no tiene experiencia

  –¡Cállate!, ¡No lo harás, ni lo sabrás porque no tienes mamá! – sus palabras se sintieron frías, sin una pizca de remordimiento por lo que dijo.  

Me quede muda, no dije nada, tenia impulsos de irme, solo que no dejaría que Américo me corriese, con lo que dijo, la madre de Américo, no tenia la culpa de su grotesco  comportamiento.

La habitación era la 07, se sentía sola, en la cama estaba una figura esquelética, era irreconocible en ese estado, pero su mirada llena de luz, la caracterizaba, aun estando de esa manera.

 –Señora Alejandra...  un placer los ojos que la ven. Le digo con una grata sonrisa.

  – Mi niña, tan bromista, tal ves en algún tiempo, los ojos que me veían les era un placer, ahora no.

 –Sigues siendo hermosa– dice Américo – Jamas lo vuelvas a decir... 

  –Los amo.... Prométanme que me darán un nieto, si es niña, le pondrán Abril, y si es niño Pablo

  –Mamá, eso no se puede asegurar, no puedo prometer que Ikap y yo tengamos un hijo.

 – Prometelo, por favor, ¿tu me lo prometes Ikap? 

  –Se.. se lo prometo

 –Américo, ¿tu? 

  –Si mama, lo.. juro

La mamá de Ame, nos hizo señas que nos acercáramos, y paso sus manos por nuestras mejillas. Sus ojos y su sonrisa, iban desapareciendo poco a poco; hasta que sus manos cayeron en la sabana blanca, produciendo que la cama se desatendiera, y sin poder explicarlo, ya no respetaba, ya no estaba...

Américo salio del cuarto, y yo le seguí el paso...

  –¡Mierda!, es tu culpa, es tu culpa...

  –Americo, se que estas dolido, pero no te alejes acércate mas, no te vallas

  –Por tu culpa ella no  esta, tu... tu lo prometiste, dijiste que estaría bien, ¡MENTISTE!  

  –Ame, yo...

 –Cállate, no te quiero oír mas, VETE, no quiero saber mas de ti...

En un momento que ni siquiera supe, nuestras caras estaban repletas de lagrimas.

 – ¡Américo! no..

  –Terminamos–lo dijo en un pequeño susurro

El alma se me caía a los pies, y sentía que el corazón dejo de Bombear, la mamá de Ame, ya no estaba, y el había decidido salir de mi vida...

  



Ikap Sust y los cuervos hambrientos -Jahaziel Torres |#WOWAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora