Atando cabos sueltos.

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 —¿Donde has estado? —la puerta de la habitación se abrió y un Chris enojado pasó por ella.

—Aquí, donde más —hundí más mi cabeza bajo las sabanas blancas de la cama.

—¿Crees qué esa es una respuesta? No fuiste a almorzar, ni a cenar, y para colmo tuve que limpiar las mesas que eran tuyas —me acusó—. Encima hoy todos se han levantado con el peor de los humores, ya no los soporto más.

—Bienvenido a mi mundo —susurré, asomé mi cabeza y le sonreí—. ¿Te quedas un rato?

Bufó, pero aun así se sentó a mi lado.

—Lamento que hayas tenido que limpiar lo mio —me disculpé.

—No le des importancia. Ahora dime, ¿qué ha pasado? —curioseó Chris.

—No tengo muchas ganas de hablar sobre eso, pero te aseguro que no es una idiotez.

—Si tu lo dices... —ambos nos quedamos en silencio. Me acurruqué a su lado.

La compañía de Chris era reconfortante, él era de esos amigos que rara vez encuentras, que haría todo por hacerte sentir mejor; con su característico humor siempre lograba sacarme una sonrisa, y hasta a veces desesperarme. Pero aun así lo aprecio mucho.

—Gracias —le dije—. Es de gran ayuda que estés aquí —rodeé su torso,intentando sellar un abrazo.

—No tienes por que agradecerme, Ar —me acomodó correctamente entre sus brazos—. Cuando salgamos de aquí, tienes que prometerme que no cortaremos lazos, te has hecho importante para mi pequeña Arabella.

—Y tu para mi —mi inestabilidad emocional provocó que me echara a llorar.

—Tienes que ser más fuerte que todo esto —dijo en tono bajo.

—No es tan fácil, Chris. No puedo sacar ese momento de mi cabeza, cada vez es peor; las pesadillas me están matando —el llanto no cesaba, mi cabeza estaba escondida en el pecho de Chris, y él frotaba mi espalda—. Necesito que en algún momento todo esto termine.

—Te aseguro que en algún momento todo se acabara —dijo para intentar animarme.

—¿Lo prometes por la garrita? —levanté mi dedo meñique, y él no pudo evitar soltar una leve carcajada.

—Lo prometo por la garrita —juntó nuestros meñiques y ambos nos echamos a reír, aunque mi risa fuese más llanto que otra cosa.

Se quedó un rato más en la habitación hasta que las agujas del reloj marcaron las 10:30 p.m.

—Mañana luego del desayuno te paso a buscar —habló luego de levantarse dela cama, fruncí mi ceño—. Tenemos clase de música, distraída.

—Me había olvidado, está bien.

—Dulces sueños —dijo desde la puerta.

—Adiós Chris.

******

Aunque Chris me hubiera deseado dulces sueños, estos quedaron en la nada, porque las pesadillas una vez más no dejaron que pegara un ojo en lo que iba de la noche. Una y otra vez la misma pesadilla.

—Mierda —susurré al ver las agujas del reloj apuntar las 5 a.m.

Mi estomago rugió; el pobre no había probado bocado desde el día anterior.

Perezosamente saqué mis pies de la cama, y por un momento sentí que todavía estaba dentro de mis sueños, pero el hambre que tenía era demasiado real como para estarlo.

I.R.A (Internado de Rehabilitación para Adolescentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora