Я 》Prólogo.

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Las hojas de los arboles bailaban al compás del viento. El silencio era audible para la soledad.

Un pequeño claro era el más habitado de la zona.

Una vivienda abandonada en medio del bosque, da la impresión del olvido. Pero no hay que dejarse ignorar por las apariencias.

Dos figuras caminaban por el pequeño claro, con destino visible directamente.

Un encapuchado, que a juzgar por sus cabellos rubios era una mujer. Y su acompañante, quién estaba siendo cubierto con una manta y cojeaba de una pierna. En su cuello rodeaba una cadena, sostenida por la mujer.

El rostro de aquella persona no era visible. Y ni si quiera, el viento era capaz de quitar su capucha.

Se dirigían a la vivienda abandonada con tranquilidad. Sin apresurarse.

Aunque les incomodaba esa situación, de algún modo, tanta tranquilidad era algo raramente encontrado en el tipo de época donde se encontraban.

La figura de la mujer era pequeña, comparada a la de su acompañante.

Una vez que estaban a pocos pasos de la entrada, de cierta vivienda abandonada, entraron con recelo y precaución.

Quién tenía la cadena a su cuello, caminaba cojeando de la pierna izquierda pero, raramente, dejándose llevar.

Al introducirse en aquella casa, se escuchaban gritos de hombres y gruñidos de bestias. Gritos de pérdidas y carcajadas de ironía.

Al terminar de caminar por el extenso pasillo polvoso, una puerta de roble en buen estado se apareció ante ellos.

Es aquí, pensaron ambos.

Sin hacer ruido, abrieron la puerta.

Dentro, se encontraba un cuarto repleto de hombres; quienes rodeaban unas vallas de madera. Dentro de las vallas, una arena, más bien prisión suicida.

En la arena se encontraban dos individuos, matándose. Uno de ellos era más una bestia, y era quien llevaba la de delantera.

-¡Tú puedes, Ivan! ¡Acábalo! -gritaban los hombres a su alrededor, quienes apoyaban a la bestia.

Este individuos, ataca prolongadamente a su enemigo. Garras, colmillos y rugidos eran los que constituían esta pelea.

Luego de admirar aquel sangriento acto ilegal, la mujer y su acompañante se dispusieron a dar el primer paso.

-¿Ahora? -susurró quien cojeaba de la pierna izquierda.

La mujer rubia asintió sin palabras. Y del rostro del encapuchado se distinguió una sonrisa.

Luego de que quitaran el cuerpo sin vida, del perdedor, de la arena. Antes de que alguien pudiera hablar, el encapuchado saltó dentro. Y observaba con recelo a quien había sido el anterior ganador.

El dinero recorrió mano en mano, y las apuestas estaban hechas.

-¿Quién es el responsable de esta criatura? - preguntó un hombre, mientras apuntaba a quien había entró en la arena.

De entre la multitud de hombres, la mujer levantó su mano.

De inmediato, susurros y burlas se escucharon.

-¿Sabes lo que es esto, niña? -preguntó otro hombre, quien no tenía un aspecto humilde. La mujer asintió nuevamente, sin palabras-. Está bien.






Que no te engañen las apariencias.






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