Cap. 5: Tibiezas

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Amanecí con ganas inmensa de llorar.

Una enorme impotencia de no saber qué hacer o que decir. Estaba en una confusión total. Mi mente se adueñaba de mis circuitos nerviosos y la pena que sentía estaba a punto de explotar en cualquier momento.
Los recuerdos del día de ayer pasaban una y otra vez como una tormentosa pesadilla de la cual no había manera de despertar.
Las lágrimas nuevamente escapaban sin mi consentimiento y una especie de convulsiones invadía todo mi ser; mi garganta ardía y la respiración se me iba; mi asma me atacaba poco a poco y sentía que me vendría uno de esos ataques de los cuáles mis pulmones se rehusaban a admitir aire dentro de mí.
En mi mente sólo había rabia y confusión.
Sentía ganas de gritar y desahogar todo lo acumulado dentro de mí, aunque esa no era la mejor manera, sabía que llorar era la forma clara de decirle al mundo lo débil que eres. Tenía ganas de mandar a todos a la mierda, acabar con esto de una vez, sobre todo, ganas de terminar con Marcelo.







Me encontraba agotada después de divertirme tan bien con Marcelo, son pocos días los que puedo sentirme tan cansada después de tanta felicidad al lado de quien más amo. Además de aquellos besos que me hacían suya por completo. Aquellos besos que eran mi faro en la oscuridad durante tantos años, a diferencia de estos 4 años a su lado. No había nada igual que aquellos besos míos y suyos.
Marcelo era dueño de mis pensamientos y en cada rincón de mi mente lo encontraba a él con algún recuerdo de nosotros dos en tantos lugares y momentos distintos.

•••

Me adentré en mi habitación y me tumbe boca bajo en la cama dejando enterrar mi cabeza en la almohada. Su frescura hizo que mi cuerpo por un momento pudiera descansar.
La llamada de mis padres advirtiendo que no llegarían a dormir, pues fueron a visitar a un familiar enfermo y que a lo mejor dormirían allá, me obligo a prepararme algo ligero para cenar, sólo un par de tostadas y café, para luego alistarme a dormir.

Después de cenar, pesadamente volví a entrar a mi cuarto. Me senté en el borde de la cama y retirando las Converse de mis pies, retiré mi pantalón lo más pesadamente posible.

Un sonido fuerte del equipo de la casa de lado me asustó un poco, ya que me suelo sobresaltar a menudo por cualquier sonido brusco e inesperado. Me acerqué a la ventana y separé un poco las cortinas para visualizar un poco. Si no me fallaba el oído, era Green Day sonando a todo dar en la habitación de Ezel y, además de él desvistiéndose bruscamente. Noté que se encontraba molesto mientras yo le observaba perpleja por no saber el por qué. Comenzó por la camiseta sudada, la cual lo arrojó en una cesta recientemente colocada; empezó a desabrochar su cinturón ligando un momento con la hebilla y al lograrlo jaló fuerte de las caderas hacia abajo y uno a uno salieron de sus piernas aquel Jean; se paró recto y pasó sus manos por su cabellos peinándolo hacia atrás y por último volvió a agacharse para retirar los tenis de sus pies.
Se puso nuevamente de pie y dando un par de saltos me miró. Sonrió y de inmediato cerré las cortinas de aquel pequeño espacio donde oculta disfrutaba ver aquella escena.
Rapidamente se escurrí y salté a la cama avergonzada pegada en una esquina coloqué mi cabeza entre mis rodillas, mientras cerraba los ojos fuertemente.

La visión que acababa de tener se repetía varias veces como una escena a la cual me excitaba mucho el hecho de haberlo espiado. Ojalá los ojos pudieran tomar fotografías, aunque estaba convencida de que jamás se me borraría de la mente.

Buscaba y buscaba escusas para explicarle por qué lo estaba espiando, pues estaba completamente segura que vendría en cuestión de segundos para reclamar explicaciones.
De seguro estaría molesto por haber hecho lo que hice.
Esperé, pero no llego.
Habrán pasado unos 10 minutos y concluí que tal vez no me vio. Esperé que así fuera.
Curiosamente me fui acercando poco a poco a la ventana, que seguía cerrada por las cortinas, cuando de pronto escucho unos golpes en ella. Me quedo quieta sin mover nada en mí. Otra vez tocaron la ventana y la abrí.

Entre Dos Amores  (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora