Cap. 8: Negociación

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—¡¿Y a qué hora vas a bajar, niña?!

—¡Que ya voy!

Mi mamá gritó desde el comedor mientras yo terminaba de bajar por las escaleras sujetando mi cabello con una liga.

—Disculpenla, es la más nerviosa de seguro... ¿Cómo dices? ¿Qué tanto que no se ven?– conversaba mi madre a Ezel mientras yo ingresaba al comedor. Lucía un vestido vaporoso de color beige con una delgada correa dorada y sandalias del mismo color.

—No voy contado los años, mamá –dije mirando a Ezel.

—Bueno, ya. Ahora comencemos a cenar. –carraspeo un poco la garganta– Saluda hija.

—Buenas noches señores –me acerqué y di la mano a su padre y besé leve la mejilla de su madre. No es que fuese una mal educada, ya iba a hacerlo pero me ganaron sus palabras. Cuando me acerqué a Ezel éste se paró, pasó una mano por mi espalda y me puse un poco de puntillas para besar su mejilla afeitada. – Hola Ezel.

Caminé hacia mi lugar y desde allí ya sentada hice un gesto a mis padres, en forma de saludo.

Los padres de Ezel comenzaron con la conversación agradeciendo por la gentil invitación de mis padres y que no nos esperabamos nada similar con sólo un mes aquí, que sí, que también pensamos que no es casualidad encontrar una casa al lado de la ex- compañerita de nuestro hijo Ezel, ¿no es cierto Daniel?; sí, por supuesto querida, y que por cierto, Ezel, nuestro hijo estuvo un tiempo metido en los estudios y que éstas vacaciones nos cayeron como anillo al dedo, ¿verdad Cynthia?; sí, por supuesto querido.
Mis padres estaban atentos a lo que ellos sin necesidad de presión soltaban, lo cual les facilitaba el trabajo de socializar con ellos y en cambio ocupaban el tiempo disfrutando de la deliciosa lasaña hecha por mamá.

Mientras los adultos hablaban de lo que hablan los adultos, no recibía ni la más mínima intención de comunicación entre Ezel y yo. Estaba esperando algo como una de sus típicas miradas que me solían molestar o mínimo que me preguntara por el clima. Estaba claro que no hablaríamos delante de los adultos, pero yo sí tenía muchas ganas de qué hablar.

—Bueno y... ¿una jarra de limonada o una botella de soda?

—Lo que los chicos decidan –dijo Cynthia– ya que parecen apagados.
Me ruboricé un poco por sentirme aludida y ,además, por la necesidad de hablar.

—Limonada está bien, pero que decida la visita –y lo miré pero ni alzó la mirada.

—Una soda va bien –dijo aún sin mirarme–. Yo la traigo.

— ¡Ay, pero hijo! No conoces, deja que Isa te acompañe.

Dejé de masticar el bocado de pasta que había en mi boca y miré su reacción. Se paró y me miró.

—Vamos, me muero de sed –hizo un mohín y trague lo que tenía en la boca. Me limpie con la servilleta y disculpándome me paré y lo escolte a la alacena. Mientras nos retirábamos del comedor, oí a mi madre susurrar: "¿Buena idea eh?" y su típica risilla.

Le mostré la repisa de abajo donde guardábamos las bebidas y entre ellas le pedí que escoja la que él desee. Me miró, se agachó y abrió la pequeña puerta y sacó cualquiera que estaba a su alcance. Cerró, se levantó y me volvió a mirar.

—Vamos –me dijo serio y desganado. Yo estaba con una brazo sujetando al otro brazo suelto.
Esperé un momento, resoplé y dije:

—Bueno vamos –baje la mirada y cuando lo volví a mirar sonreía lo que me hizo mirarlo con incredulidad.
Se acercó y tomó mi mentón y me dijo:

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⏰ Última actualización: Dec 18, 2016 ⏰

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