En trance

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Hacer amistades con facilidad no entraba dentro de las cosas que me definen. Es más, la mayoría de las veces por no decir siempre, no suelo hacer muchas amistades  dado que  estamos de mudanza constantemente. Si paras a pensar es realmente raro, o mas bien dicho, soy raro. Deduzco mi rareza por se supone que a una persona en continuos cambios de aire y de personas que le rodean le debería resultar más fácil con cada cambio poder hacer amigos. Es como que te acabas acostumbrando a hablar con la gente y hacer de lleno una relación, sin embargo y por desgracia ese no era mi caso.

Tras haber pasado mi primera clase de matemáticas divagando en mi cabeza sobre mi extraña forma de ser, por fin sonó el timbre de fin de clase. El típico sonido que nos alivia y nos da unos minutos de descanso  gloria lo suficiente para aguantar la siguiente hora de clase. Sin duda la clase en esos minutos contados por el cronometro se convertía en una verdadera jaula de animales alborotados pero había una pieza de aquel panorama que permanecía intacto dirigiendo la mirada a varios lugares como si estuviese esperando a algo, o alguien. Tal y como parecía, aquella muchacha estaba esperando a lo que probablemente podría ser su chico y efectivamente mientras la contemplaba algo apurada por no encontrar a esa persona, llegaba tras sus espaldas  su novio. Era de obviar que una chica como ella ya estuviera ocupada con sus asuntos de adolescente, algo que no muchos tenemos.

De vuelta a mis asuntos miré el reloj de clase y era cuestión de minutos que sonará el último timbre del día. Efectivamente pasé el primer día impecable, sin novatadas, tropiezos o haciendo el ridículo delante de todos. Era hora de ir a casa y de una vez entrar de lleno en mi burbuja, en mi habitación con mi música y mis cosas pero claro, no era de extrañar que antes de dirigirme a mi habitación tuviera que pasar por el peaje de mi madre que me bombardeará con sus infinitas preguntas que parecen nunca acabar y a veces pienso que lo hace a conciencia. De camino al coche Imaginando las preguntas que me hará madre nada más llegar a casa notaba la presencia de alguién a mis espaldas. Se que soy algo obsesivo pero resulta incomodo andar y que te presiga alguién. Decidí apurarme por llegar al coche y salir ya de allí cuanto antes pero no tardé en divisar a una persona sentada sobre el capó de mi coche. Con forme mas me cercaba al coche con mis super zancadas, más me resultaba familiar el rostro del sujeto que tenia su enorme trasero sobre mi coche. Giré el cuello en un acto de no parecer un descarado por mirar fijamente a la persona en mi coche y fue en ese acto cuadno reconocí quien me perseguía y quien estaba ahora de pie junto a mi auto. Era el niño fortachon de la chica guapa de clase. En cuanto le reconocí supe que nada bueno sería encontrarme con el allí.

- Eh tu!, ¿es este tu mierda coche? - Dijo el un poco incomodo. Como si preocupado por algo estuviera.

- Si tío, !¿Qué carajos pasa?! - Dije sin expresión alguna en mi rostro.

- ¿Qué, qué pasa? ¿Me estas vacilando nuevo? - Se refería a mi como el nuevo .

- Joder, ¿qué es lo que te pasa? - Dije algo nevioso.

- Qué sea la última vez que la miras de esa forma - Dijo mientras se levantaba del coche a la paz de que se arreglaba la camiseta. Estaba claro una cosa. Bueno dos. La primera de ellas y la más importante era no acercarme a ella, ni siquiera un cruce de miradas. Por otro lado, resultaba evidente lo autoritario y protector que era. Típico de su especie.



4:00 p.m. Acababa de entrar por la puerta de casa y ya estaba madre con sus preguntas sin ni siquiera poner un pie en mi habitción para dejar las cosas.

- ¡Sam!, ¿acaso te vas a tu habitación sin comer algo? - Dijo madre con un tono algo irónico, era evidente que quería hacerme uno de sus típicos interrogatorios. Yo diría que los interrogatorios que madre me hace son incluso más espesos al de los que te pueda someter un agente de policía.

- No mamá, antes quiero ducharme y asearme. Ya luego tomaré algo. No tardo - Dije tratando de excusarme rápidamente para ir a mi habitación.

- Como quieras, pero luego no me vengas diciendo que tienes hambre Samuel - Soltó con un tono bastante serio. Lo suficientemente para intimidarme y hacerme ir a comer antes de ducharme y cambiarme.

Por fin había llegado el momento del día que mas me gusta. Ese en el que el agua baja por tu cuerpo como si te quitase todas las preocupaciones de encima, como si te limpiase de todos los pensamientos que te acaban comiendo la cabeza. Es el momento de sentarse en la bañera cerrar los ojos y dejar volar la imaginación... Ubicado en mi bañera sumergido al completo en el agua deje llevarme el calor que desprendia el agua apoyando la cabeza en el borde y cerrando los ojos como si un SPA estuviera. Entonces ahí estaba. Se encendió el interruptor de la imaginación. No sabía exactamente donde estaba, pero podía verme a mi mismo en lo que parecía la clase matemáticas y lo único que podía ver o al menos a lo único que dirigía mi atención era hacía aquella chica. Notaba como dirigía hacia ella una mirada severa fija sin apenas pestañear. No podía dejar de mirar hacía esa muchacha y el chico que la rodeaba con sus brazos.

- ¡SAMUEL! ¡SAMUEL SAL YA! - Fue esas voces las que me desertaron de aquel trance de sueño en a bañera. - !SAMUEL POR DIOS¡ llevas como una hora ahí dentro - Parecía algo preocupada pero se percataba que estaba agresiva y enfadada madre.

- ¡Ya voy! - Dije con total tranquilidad desde el otro lado de la puerta que separaba el baño del pasillo. Sinceramente no se que fue ese sueño. Lo tomé como un simple sueño o una simple obsesión por la chica más guapa del instituto, típico de adolescentes supuse. No había remedio para evitar el interrogatorio de mi madre así que sin pensarlo dos veces baje las caleras y enseguida fui a comer algo. Mientras me sentaba en la mesa ya podía notar que miles de preguntas iban hacia a mi en cuanto ella acabara de fregar el último plato que tenía sobre sus manos. Me agobian las preguntas seguidas es como estar acorralado hasta que eres la presa del depredador.

- Bueno Sam, y ¿Qué tal el primer día? - Soltó con un tono más relajada.

- Pues como todos la verdad - Le respondí brevemente dándole a entender que no quería seguir con aquel interrogatorio.

- No te burles, apenas es tu primer día ¿Cómo va a ser igual que todos? - Seguía con sus preguntas sin sentido.

- Pues como todos los primeros días que he tenido en el último año mamá - Dije algo cansado de la situación de cambiar.

- Lo se Samuel, se que es duro los cambios constantes pero tienes que pensar que son para tu bien. - Reforzó su pregunta sabiendo que de alguna forma u otra iba a contraatacar su respuesta.

- Para estar bien o ustedes sin tener que preocuparos de mi situación de retrasado encerrado en médicos. - Solté enfadado mientras me levantaba de la mesa y me dirigía de nuevo a mi habitación.

Resulta complicado hacer tu vida cuando estás en constantes cambios por los tratamientos de los médicos y las visitas a especialistas. Estoy curado y hace mucho tiempo de aquel desmallo que me hizo perder la conciencia y golpearme la cabeza fuertemente. Todo iba a mejor no entendía por que seguíamos repitiendo las mismas pautas una y otra vez como si comenzáramos de nuevo con mi tratamiento. Era una situación monótona a pesar de los múltiples cambios.

PsychoBoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora