La voz ronca tenía un leve acento escocés, algo que hizo temblar sus rodillas deuna forma alarmante. Con el corazón a punto de salirse del jersey rosa, Rose hizo loque Cornelia le había sugerido: fruncir el ceño como si tuviera que pensar de qué seconocían. Pero antes de que pudiera hablar de la pista de entrenamiento, él chascólos dedos.
-¡La chica de la trenza! -exclamó James Sinclair, regalándole una sonrisa quedio al traste con cualquier intención que Rose hubiera tenido de abandonar el plan-.
-Nos hemos visto en la pista de entrenamiento.
-Ah, es verdad -sonrió Rose-. Me temo que no corro todo lo que debería.Por cierto, hoy he visto el partido. Enhorabuena.
-¿Te gusta el rugby?
-Mucho -contestó ella.Después de pagar al camarero, Sinclair se volvió hacia ella.
-¿Puedo invitarte a una copa?
-Ya tengo una, gracias. Solo he venido para comprar... cacahuetes.
Rose miró hacia la mesa donde estaban sus amigas, con los ojos fuera de lasórbitas.
-¿Cómo te llamas? -le preguntó Sinclair.
Rose estaba tan nerviosa que dijo sunombre como una ametralladora-.
¿Cómo has dicho?
-Rose Dryden.
-Yo me llamo James Sinclair.
Como si ella no lo supiera. Rose le dio las gracias por los cacahuetes y volvió a su mesa.
-Veo que todo ha ido bien -le dijo Cornelia al oído.
-Se acordaba de mí.
-¡Ya lo sabía!
En circunstancias normales, Rose lo habría pasado bien, pero de repente la gente con la que estaba le parecía muy inmadura y los típicos comentarios de los chicos, aquel día más subidos de tono por su cambio de aspecto, no la divertían en absoluto. Una hora después, estaba harta.
-Me marcho -le dijo a Cornelia al oído-.Me duele la cabeza.
-¿Quieres que vaya contigo?
-No, es muy temprano. Quédate. Solo necesito un poco de aire fresco.
Rose nunca había atravesado el campus sola por la noche. Cuando subía la pendiente que llevaba a su casa, escuchó pasos tras ella y se asustó. Empezó a correr y sus miedos se confirmaron cuando oyó que el extraño corría también.
-¡Rose... Rose Dryden!
-escuchó una voz inconfundible. Cuando se volvió, se encontró con Sinclair.
-Perdona -dijo, casi sin aliento-. No sabía que eras tú.
-Vi que te marchabas y salí detrás -dijo él-. No deberías ir sola de noche.
-Esto es muy seguro.
-Entonces, ¿por qué saliste corriendo? Rose se encogió de hombros.
-Por instinto, supongo.
-Te acompaño a tu casa.
-Gracias.
Rose apenas podía creer su suerte. Cornelia y Fabia se pondrían a dar saltos cuando se lo contara.
-Háblame de ti -dijo entonces su acompañante-.
¿Cuántos años tienes?
-Dieciocho -contestó ella, convencida de que Sinclair, que tenía la venerable edad de veintidós, perdería interés inmediatamente-.
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Una apuesta de amor
RomanceRose se quedó de piedra cuando James volvió a aparecer en su vida... años después de su matrimonio de conveniencia. Ella entonces había amado a James, y había luchado con fuerza para superar su rápida separación. Cuando se puso en contacto con él pa...