Cuando James se marchó por la tarde, Rose tuvo por fin tiempo para pensar. Demasiado tiempo. Se sentía inquieta y paseaba por el apartamento como un alma en pena, poniendo la televisión, apagándola, tomando un libro, cerrándolo... Cuando sonó el teléfono, dio un salto. Era la voz que esperaba oír.
— ¿Qué has hecho desde que me fui? — preguntó James.
— Nada. Estoy un poco cansada.
— Es que anoche dormimos poco — rio él.
— Sí — suspiró Rose— . Y tampoco creo que pueda dormir esta noche.
— ¿Porque estás loca por mí?
— Algo así.
— Me alegro — dijo James, satisfecho— . Te lo recordare la próxima vez que nos veamos. Y me temo que no será pronto. Este fin de semana tengo que ir a Boston. De modo que estarían sin verse quince días.
— Muy bien. Si te parece, cuando vuelvas de Boston, yo podría ir a Londres. Así conocería tu casa.
Al otro lado del hilo hubo un silencio.
— Rose, ¿podrías posponer eso durante algún tiempo?
— Claro — contestó ella, sorprendida.
— Te molesta, ¿verdad?
— No, qué va. Ya iré en otro momento. O no, depende de cómo vayan las cosas.
— No digas eso, Rose. Lo que pasa es que mi casa está hecha un desastre. Hasta hace poco tiempo la compartía con otra persona.
¿Con quién?, se preguntó Rose, imaginándose a una rubia voluptuosa.
— No pasa nada. Solo era una sugerencia. Ya iré en otro momento. James dejó escapar un suspiro.
— Quiero que vengas dentro de quince días, ¿de acuerdo? Los lunes en la tienda había mucho trabajo y Rose se alegró después de todas las emociones del fin de semana. Había dormido fatal después de su conversación con James y estuvo nerviosa hasta que él llamó por la noche.
— He llamado para disculparme.
— ¿Por qué?
— Por no decirte ayer que estoy deseando que vengas a mi casa.
— La verdad es que me quedé un poco sorprendida después de...
— ¿Haber hecho apasionadamente el amor conmigo durante el fin de semana?
— Tú lo has dicho. Mira, James, no tengo que ir a Londres, de verdad.
— No digas eso. He llamado a una empresa de limpieza para que dejen mi casa como una patena y te esperaré con los brazos abiertos. Me va a costar mucho estar sin verte quince días, Rose.
— A mí también.
— ¿Por qué no vienes el viernes por la tarde? Yo tengo una reunión, pero puedo enviarte una llave. Así podrías explorar la cueva de Barbazul tú solita.
— Me parece muy bien.
— ¿Quién va a encargarse de la tienda el sábado?
— Minerva. Creo que echa de menos trabajar con el público.
— ¿Tú lo echarás de menos?
— Probablemente.
— ¿Tanto como para pensártelo? — preguntó James.
— No.
— Entonces, dime que estás loca por mí.
— ¿Cuántas veces tengo que decírtelo para convencerte, bobo?
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Una apuesta de amor
RomanceRose se quedó de piedra cuando James volvió a aparecer en su vida... años después de su matrimonio de conveniencia. Ella entonces había amado a James, y había luchado con fuerza para superar su rápida separación. Cuando se puso en contacto con él pa...