capitulo 5

9K 542 7
                                    

Rose se había obligado a sí misma a bajar tranquilamente la escalera para su primera cita con James Sinclair. Rehusando las ofertas de ayuda de Cornelia y Fabia, se puso su propia ropa, se maquino solita y se sujetó el pelo con un pañuelo de colores, Pero como había tardado muy poco en arreglarse bajó demasiado pronto y estaba casi enferma de angustia cuando James llamó al timbre.

Despedida por sus amigas como si se fuera de luna de miel, Rose encontró a James esperándola apoyado en un deportivo.

—¡Menudo coche!

Él le dio un golpecito a la carrocería, orgulloso.

—Lleva un par de semanas en el garaje, pero ahora esta como nuevo —sonrió, abriendo la puerta—. He puesto la capota por si llueve.

Sabiendo que Cornelia y Fabia estaban pegadas a la ventana, Rose entró en el deportivo, intentando disimular la emoción de su primera cita.

—¿Qué tal el pie? —se interesó James—. ¿No se habrá infectado la herida?

—No. Me duele un poco, pero sobreviviré.

Las luces se habían apagado cuando entraron en el cine. En la oscuridad, sintiendo la rodilla de James pegada a la suya, Rose no podía creer lo que estaba pasando. Pero, poco a poco, fue calmándose y pudo leer los subtítulos de la película para enterarse de qué iba la trama. Si James quería hablar de ella después, tendría que dar una respuesta inteligente. Cuando salieron del cine estaba lloviendo a cántaros.

—¿Puedes correr hasta el coche o quieres que te lleve en brazos? —le preguntó James.

—Puedo correr.

James tomó su mano y corrieron juntos hasta el deportivo, aparcado a la vuelta de la esquina.

—Es temprano. ¿Te apetece cenar algo?

¿Que si le apetecía?

—Claro —dijo Rose, entusiasmada.

—Podemos ir a una cafetería o... a mi casa, si te parece.

—A tu casa.

Por algún milagro, no se habían encontrado con nadie en el cine, pero sería diferente si iban a alguna de las cafeterías de la zona. Y Rose no podría soportar que hubiera gente mirándola, especulando sobre su relación con el legendario Sinclair. Que no era una relación. Todavía.

Cuando llegaron a su casa, los recibió una señora mayor de pelo gris y sonrisa agradable.

—Entrad, estáis empapados. Preséntame, James.

—Señora Bradley, le presento a Rose Dryden. Es una compañera de la universidad.

—Encantada de conocerte, Rose. Dame tu abrigo.

Rose le dio el mojado abrigo, sintiéndose un poco tímida ante el amable escrutinio de la mujer.

—Hemos decidido comer algo aquí, en lugar de ir a una cafetería —sonrió James.

—Me parece muy bien, son muy caras. Hay jamón y queso en la nevera. También podéis haceros una ensalada —sonrió la señora Bradley—. Yo voy a ver la tele.

James llevó a Rose a la inmaculada cocina.

—¿Te importa cortar el pan?

—Mejor lo cortas tú y yo le pongo mayonesa. Se me da fatal cortar el pan.

—Vale —James le revolvió el pelo como si fuera una niña—. Esta noche, nada de beicon.

—¿De qué quieres el bocadillo?

Una apuesta de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora