12| Te recuerdo

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22/08/99

11:00 a.m.

At y yo jugábamos en la cocina mientras seguíamos las instrucciones para preparar arroz con leche.

At no estaba muy ansioso por probar algo que yo hiciera, sabía de antemano que jamás me había metido a la cocina. Aun así, limpió la mesa de mala gana, pues odiaba hacer deberes, pero no podía negarse a nada de lo que le pidiera. Yo estaba sentada, leyendo los ingredientes en voz alta con el recetario sobre la mesa.

—¡Arroz! —exclamé, At sacó del almacén una bolsa nueva de arroz y la dejó caer sobre la mesa.

—¡Arroz! —repitió él.

—¡Leche! —pedí, y At la sacó del refrigerador, también la colocó sobre la mesa y repitió "¡Leche!" imitando mi tono de voz.

—¡Azúcar, canela, limón y mantequilla! —recité en un conjunto, esperando molestar un poco a mi compañero, no obstante, At no se quejó y, con su vuelo veloz, fue a cada lugar donde se encontraban los demás ingredientes y los colocó en la mesa.

—¡Perfecto! —exclamé, concentrada, luego inspeccioné todos los ingredientes—. ¡At, eso no es un limón!

—¿Tú crees que no reconocería un limón cuando lo veo? —se cruzó de brazos y me hizo una mueca graciosa de indignación—. Son redondos, pequeños y verdes.

—¡Pues esto no lo es! —lo levanté con un par de dedos, At acercó su nariz al pequeño objeto verde y redondo. Lo olfateó, no le gustó el olor y juntó sus cejas.

—Vaya... ¿y eso? —se sorprendió, se frotó los ojos y parpadeó varias veces.

Me eché a reír. —¡Esto es un tomate! ¡Qué bobo! —me burlé de él.

—Muy divertido, ¿eh? —me provocó, puso sus brazos a cada lado de mí, con sus manos sobre el respaldo de la silla y sus pies apuntando al techo.

—Hay fuego en tus ojos —murmuré—. Tenía muchas ganas de decírtelo, son tan hermosos.

At no esperaba que yo dijera algo, así que oír eso le sorprendió y agregó rubor a sus mejillas, su nariz enrojeció más. —¿Eh? —suspiró At, se le debilitaron los brazos y cayó de bruces contra mi pecho y, al intentar levantarse, lo abracé de su cabeza con suavidad para no lastimarlo. —¡No! ¿Qué... estás haciendo? —balbuceó. Él trató de liberarse como cualquier gato salvaje que no deja que lo carguen, pero no podía utilizar la fuerza conmigo, por lo que optó por quedarse inmóvil, con los ojos sorprendidos, sin saber dónde poner sus manos, sus piernas seguían suspendidas en el aire.

—Eres tan huraño a veces —le dije, luego de un rato, lo solté y levantó su rostro para alcanzar mi mirada. No supo qué decir, a pesar de que abrió la boca para hablar. Se libró de la situación arrebatándome el tomate de la mano y yendo al refrigerador a cambiarlo por un limón, asegurándose de olerlo para confirmar que, en efecto, era un limón. At hizo como si no hubiera pasado nada y eso me hizo gracia.

De acuerdo con la receta, calentamos y aromatizamos la leche, agregamos el arroz y esperamos a que se cociera bien para agregar mantequilla al final. Nos quedamos en silencio, atentos a la pequeña olla que pusimos en la estufa. Abrí la tapa para revisar que todo estaba en orden y apagué el fuego. Las orejas de acero de la olla estaban tan calientes que pensé en usar un paño para pasar nuestra creación a la mesa. Sin embargo, a At eso no le afectó, con ambas manos tomó la olla para, lentamente y con cuidado, la colocó en el centro de la mesa. Me alarmé al creer que podía quemarse las manos y de inmediato fui a checarlo.

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