Capítulo 62

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Jimin

Despierto desorientado, buscando el maldito ruido que me martilla la cabeza, lo veo en mi mesilla de noche, lo cojo y lo estampo contra la pared, el despertador cae hecho añicos en el suelo. Gruño cabreado. Vuelvo a apoyar mi cabeza sobre la almohada.
Me maldigo de nuevo, no acabo ni de despertar bien y ya estoy pensando en ella. Si, en esa niñita de pelo rizado y sonrisa matadora, que me vuelve loco. Pero que he sido tan gilipollas de perder. Me restriego la cara, no debo seguir así. Ya no más. Esto no es sano. Pero, ¿Cuándo he hecho algo "sano" con mi vida?.
Me incorporo en la cama y pienso en nuestro último encuentro, no he parado de insultarme por haberme quedado callado, por no haberle dicho todo lo que tenía por dentro. Pero ¿Cómo decírselo? Es la primera vez en toda mi vida que me enamoro. Si es que hasta con pensarlo me estremezco, y no porque sea algo malo, porque, a decir verdad, ya lo he asimilado. Pero, aun así me resulta tan... raro, tan nuevo. Tan poco de mi.
Me levanto y observo mi habitación. Esta asquerosa, más ahora, que tengo dos días que no salgo de allí, si Roberto, que es un sucio de lo peor se ha dado media vuelta al entrar llevándose las manos a la nariz, es que de verdad esto es un desastre. Aparto las cosas con el pie mientras voy hacia la mesa. Me siento y limpio un poco sobre ella antes de echar ese polvito blanco que en estos días es lo único que hace que no piense en ella. O que más reduce mis pensamientos hacia ella.
No suelo esnifar cocaína, de hecho, la primera vez que lo hice me pillo mi... _____. Y desde ese día no la volví a probar. Hasta hoy. Pues resulta que tengo tanto tiempo fumando marihuana que ya ni me hace efecto, que ahora la fumo por fumar, por simple adicción, pero ya no me hace alucinar como antes. Cuanto envidio a los fumadores nuevos por eso.
Así que, y viendo que necesito no pensar un buen rato, le pedí a Martín, mi tío y jefe, que me diera de esta mierda como propina por mis buenos trabajos. No rechisto, a él le da igual que yo me drogue, ¿Cómo importarle? Desde que le mataron a su mujer e hija se ha vuelto un tipo sin sentimientos, así que sin ningún problema me solicitó la droga que quisiese. Siempre y cuando yo siguiera haciendo mi trabajo bien.
En realidad, considero que no hago gran cosa: solo transporto la droga de un sitio a otro, si tengo que llevar un encargo especial a alguien, a veces soy responsable de ello y la suelo vender también a toda la basura que me encuentro en las noches, lo que me convierte en un camello, pero eso ya es mi negocio aparte. Martín, tiene pensando ascenderme, pero no estoy seguro de quererlo. Porque eso ya implica más responsabilidad, menos vida y más peligro. A fin de cuentas, se trata de el narcotráfico. Y aunque Martín no tiene tanta fama como otros ni tantos contactos, es peligroso y admito, que sabe muy bien lo que esta haciendo, así que no sería de extrañar que de aquí a unos pocos meses su nombre también entre esa tan codiciada(nótese mi sarcasmo) lista de narcotraficantes, que es lo que él quiere, pues eso significa que tiene poder.
Hice una línea pequeña y alargada, me detuve a mirarla un momento ¿Quién me iba a decir a mi que terminaría así? Como un puto drogadicto. Si lo hubiese sabido, nunca hubiese aceptado trasladarme a vivir aquí en Madrid con mis padres, me hubiese quedado con mis abuelos, en su pequeño pueblo, en el que nunca pasaba nada emocionante pero se estaba bien en verano.
Y no como estoy ahora, que desde que llegue a esta maldita cuidad hace hoy cuatro años mi vida ha ido cuesta bajo. No aquí, donde conocí lo peor. No aquí donde la conocí a ella y que sin darme cuenta se coló dentro de mi y ahora me atormenta el hecho de no tenerla. Sacudo la cabeza con fuerza, no hago más que joderme pensando en ese tipo de cosas. Esnifo con fuerza y me incorporo en la silla, respiro profundamente y sonrío. No tardo mucho en sentirme acelerado, pero al mismo tiempo bien, el efecto no suele durar mucho, no más de media o una hora, así que esnifo otro poco.
Me siento más despierto, pero de alguna manera relajado, sin el peso de todos mis malditos problemas. Me vuelvo a la cama y me tiro de golpe, cojo el móvil y me voy a mis imágenes. Y hay esta ella. Con esa maldita sonrisa que me emboba, con esa mirada que me enternece. Se me escapa una lagrima y me maldigo, ¿desde cuando lloro por nadie? Tiro el móvil lo más alejado de mi posible, a este paso se hará añicos. Me acomodo para dormir.
Y esto, es el lo que básicamente se ha basado mi vida en los últimos dos días, levantarme, esnifar o fumar y volver a dormir. A fin de cuentas, no hay nadie a quien parezca importarle.

Y así....el tiburón se enamoró del pececito. Jimin y ___(1° Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora