NO TENGAS MIEDO
Sé que pronto vendrán. Puedo escuchar sus pasos afuera. Escribo en este diario donde escribió mi amigo, no sé para qué, tal vez para alejar el miedo que siento, tal vez para que alguien más sepa lo que pasó, para evitar que alguien vuelva a repetir lo que ocurrió en esta casa.
Les dije a mis amigos que la idea era mala, pero no me escucharon. Hacía mucho frío, y estaba asustado. En verdad nunca había pasado peor noche. Sabía que ese día acabaría todo.
En realidad, más bien era un día común y corriente. Lo que no era común y corriente, era lo que mis amigos y yo íbamos a hacer: Resucitar a un muerto. Era una situación desesperada, porque sólo él podría decirnos donde estaba la piedra. Y no era una piedra normal. No valía nada tampoco, pero era lo único que nos podría salvar.
La piedra la habíamos encontrado hacía muy poco, en el bosque, al parecer era una piedra corriente, pero nuestro amigo, al que queríamos revivir, le llamó la atención.
Y la buscábamos por un motivo muy sencillo, solo la piedra podría salvarnos de lo que estaba por venir.
Lo descubrimos en el diario de nuestro difunto amigo. No sabíamos de qué murió, pero lo supimos tan pronto como leímos su diario.
De su diario, también sacamos la fórmula para revivirlo.
Juvencio (el nombre de mi amigo) había recogido la piedra en el bosque sin decirnos nada, Pero lo que nosotros no sabíamos, es que nuestro amigo podía hacer muchas cosas con esa piedra.
No sabíamos que Juvencio era un consumado necromante. Ni que había usado la piedra para contener la energía de los muertos. Pero lo supimos todo al leer su diario. Y para desgracia de él, y de paso también nuestra, los muertos no querían que se manipulara su energía por mucho tiempo, ni siquiera por poco. Así que ellos se vengaron de Juvencio, pero querían su energía de regreso, y sólo podíamos hacerlo, si destruíamos la piedra.
Hacer el ritual para revivir a Juvencio no fue fácil, pero finalmente logramos revivirlo, y más importante aún, logramos hacer que nos dijera lo que necesitábamos saber, reveló la ubicación de la piedra.
Había algo con que no contábamos, que Juvencio, también estaba muerto, y que a los muertos no les gusta dar problemas, así que en cuanto dimos por terminado el conjuro, saltó sobre el cuello del pobre Luis.
Tuvimos que luchar muy duro para detener al cadáver de Juvencio, pero finalmente lo conseguimos y terminamos el conjuro para que pudiera descansar.
Así que tomamos el diario de Juvencio y uno de mis amigos lo llevó consigo y dijo que él usaría el diario y la piedra para terminar con lo que Juvencio había terminado. Las instrucciones eran claras, solo tenían que destruir la piedra.
- ¿Para qué quieres el diario? - Le pregunté.
- Pues, solo por si algo pasa.
Los demás fueron con él para apoyarlo, no entendí en qué, pero yo me quedé a levantar el sitio donde habíamos hecho el conjuro.
Para mis amigos, todo terminó ese día, y después supe por qué. Quisieron usar la piedra para su propio beneficio.
Sólo quedaba yo para detener la cadena de asesinatos y tenía dos opciones, ser la última víctima o enfrentar a los muertos que Juvencio había liberado. Ninguna de las opciones me parecía atractiva, pero era mejor enfrentarlos que quedarme con los brazos cruzados esperando que me mataran.
Fue por eso que vine aquí, por el diario.
No me fue difícil encontrarlo, aquí entre los cadáveres despedazados de mis amigos. El diario estaba intacto para mi fortuna y comencé a leerlo.