Te despiertas recostado en un cuarto desconocido y completamente sucio. Sientes punzadas en tu cabeza mientras te levantas y estudias los alrededores.
-Ayy... ¿qué me golpeó?
Notas que el cuarto es iluminado débilmente por una bombilla que parece estar a punto de apagarse. Grandes pilas de basura están regadas por el suelo, y no hay ventanas.
-¿Eh? ¿Quién dijo eso? ¿Dónde estoy?
A tu izquierda, derecha y frente a ti hay puertas de aspecto siniestro. No terminas de comprender tu situación, pero debes escoger una de esas puertas. Una puerta...
-¡Oye, ¿me estás ignorando?!
...conduce a la salvación. Una conduce a un laberinto infinito de corredores y pasadizos que te retendrán por siempre, y la tercera conduce a la perdición eterna. Debes...
-Espera, ¿qué? ¿Lo dices en serio?
DEBES ESCOGER UNA PUERTA.
-¿Por qué? La salida está justo ahí.
En el frío y temeroso centro de tu corazón, sabes que no hay manera de escapar del predicamento en el que te encuentras.
-Hombre, la puerta está justo ahí. Hasta lo dice, ¿ves? «Salida», en la parte superior. En letras grandes, inclusive.
Tras unos minutos de forcejeo, por fin te das cuenta de la inutilidad de resistirte, y una vez más regresas a la encrucijada de los pasadizos. No hay salida.
-Solo porque un bastardo bloqueó la puerta.
Murmuras para ti mismo en lo que contemplas...
-Fuiste tú, ¿cierto? Malparido.
Contemplas tu destino.
-De tin marín de do... Esa.
Dices para ti mismo al escoger la puerta a tu izquierda. Sin saber que esa particular puerta solo conduce al misterio, muerte y destrucción absoluta de tu alma.
-¿Qué? ¡Dios no!
Un súbito presentimiento te hace retroceder antes de que la puerta se cierre detrás de ti, sellando tu destino.
-No fue un presentimiento, acabas de decir...
Debes hacer tu elección entre las dos puertas restantes.
Suspirando, te diriges hacia la de en medio.
-Sé lo que estoy haciendo.
Murmuras.
-No necesito que me lo digas. Patán.
Tomas la perilla de la puerta que te llevará a vagar el laberinto por toda la eternidad, ignorante del destino que pronto te sobrevendrá. Muerto, sin razón, sin esperanza, tu pútrido cuerpo seguirá caminando aún después de que...
-¡Ah!
Gritas mientras te alejas una vez más del camino que elegiste.
-No te pases de fastidioso conmigo. Así que, ¿solo queda una? Salvación, perra.
Dices en tanto te diriges hacia la última puerta y colocas tu mano en la perilla. El camino que has elegido será largo y estará lleno de peligros. Enfrentarás enemigos invencibles sedientos de sangre y viajarás más allá de los simples reinos que conoces como «vida y muerte». De fracasar, tu alma roída se convertirá en uno de los atormentados sirvientes espectrales del señor del inframundo, Gwyn ap Nudd. De...
-Espera un segundo...
De salir victorioso, tendrás a tu disposición todos los placeres inimaginables de este mundo y el siguiente; pero estarás condenado a permanecer en el inframundo como la mano derecha de Gwyn ap...
-¡Espera saco de caca de perro omnisciente mentiroso! ¡Dijiste que una de las puertas me sacaría de aquí! Salvación, ¿recuerdas? ¿Cómo estar atrapado en el inframundo es la salvación? ¡Déjame ir!
No hay salida.
-¡No me vengas con eso! Siempre hay una salida.
No hay... ¿Qué estás haciendo? ¿De dónde sacaste ese tubo?
-Estaba encima de aquella pila de basura. ¿Qué parece que estoy haciendo? Voy a derribar la puerta.
¡No puedes hacer eso! ¡Va en contra de las reglas!
-Ah, ¿ahora que hay reglas? ¿Qué le pasó a tu siniestra voz de narrador?
¡No hay salida!
-La habrá, ¡solo dame un segundo! Solo un... poco... ¡Listo! Ja, ¡lo hice!
No puedes...
-Acabo de hacerlo. Adiós y buena suerte, Sr. Voz Tenebrosa. Me voy a casa, búscate otro pelele.
Eh, ¡no! Mierda. ¡Me voy de aquí también! Este lugar me da escalofríos.