Lo que presenciamos mi novia y yo, era una gigantesca elipse sobre nosotros; hubiera pasado desapercibido ante nuestros ojos si no lo delatase la luna, que era llena, y el cielo raso; o se hubiera situado a pocos metros del margen de la carretera; pues, la luna, sobre la misma, una fina corona de luz la dibujó en el cielo, cuando la cruzamos por debajo. Su base era de un tono rojizo apagado como el nácar, más o menos. Y desde luego que la influencia luminosa de la ciudad, nada tuvo que ver tanto por la distancia a la misma, como por lo bajo que estaba suspendido en el aire. Si no hubiera sido por mi novia que se puso histérica de miedo, forzándome a no salir del coche y a grito "pelado", que continuara la marcha, hubiera realizado algunas que otras comprobaciones.