Una de las historias de terror más populares es aquella que narra que todo mundo debe estar al pendiente del vecino de al lado, pues detrás de esa imagen inocente podría esconderse la de un hombre desalmado, al cual le gusta asesinar por las noches y guardar los cadáveres de sus víctimas en grandes refrigeradores ocultos en el interior de su casa.
Ese era el hobbie de un joven ruso de 29 años llamado Anatoly Moskvin, un historiador que durante varios años profanó las tumbas del panteón de un pequeño poblado llamado Nizhny Novgorod, muy cercano a Moscú.
Después de una ardua investigación, la policía local descubrió que Moskvin fue quien robaba huesos de las tumbas, que utilizaba para crear formas antropomórficas, a las cuales gustaba de vestirlas con ropa de mujer y pelucas, osamentas que exhibía en su apartamento.