Capítulo 14

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—¿Por qué?, buena pregunta —sólo con oír su voz se me pusieron los vellos de punta. Cerré los ojos, esperándome cualquier cosa—. Porque vestías de mujer. Sólo eso, por favor... Sabes que los tíos no me atraen... No... No me gustas...

Se me cortó la respiración, ya no palpitaba mi corazón. Se me heló la sangre, los músculos los sentía tensos y todo, absolutamente todo se paralizó por unos instantes.

—¿En serio?, pero sabías que era yo, un tío, ¿Y aquella vez en el armario en casa de Staxx? —se me quebró la voz, maldita sea, era lo último que deseaba. Me aguantaba, me resignaba a llorar en ese momento.

—... ... —silencio—. Rubius, no te preocupes, no es que me sintiera atraído a ti o algo así —No... No digas eso...— Te dije que lucías como una tía, por eso, no sé que me pasó, ¿Vale?, y lo del armario en casa de Staxx... Lo siento, sé que fue asqueroso... Prometo que nunca más volverá a pasar, lo olvidaremos. No me gustas, descuida.

Con esa simple oración, las palabras que una vez ya me hicieron daño de nuevo volvían a partir mis esperanzas, a quemarlas y destruirlas por completo.
Me fue imposible tragarme el llanto y lo expulsé, dejando que mis ojos se llenasen de lágrimas y éstas descendieran por mis mejillas hasta la punta de mi barbilla, una y otra vez, sin cesar. Lloré en silencio, asustado de que Mangel lo notase.

...

—Rubius... ¿Rubius?... —dijo.

—... —no contesté, no podía hablar.

—Ey, oye... ¿Qué tienes? —sostuvo mis hombros y me dio la vuelta.

Mierda, mierda, mierda, ¡Mierda, sólo no me mires!

Agaché la cabeza, empecé a hipar descontroladamente y a absorber la acumulación de fluidos en mi nariz.

—¿Por qué lloras?, ¿Qué ocurre?, ¿Rubius qué pasa? —dijo en tono preocupado— Rubius... —me zarandeó levemente por los hombros.

Estaba harto, harto de estar en una maldita caja, en una caja opaca, apretando mis entrañas, sin dejarme respirar, ahogándome en vida, estaba harto, ¡Estaba harto!

Apreté mis manos en puños, hasta que mis nudillos se pusieran pálidos de la fuerza que emitía, me temblaba el cuerpo al igual que los labios.

Me mordí la lengua, no quería soltarlo, mi cabeza me rogaba con que no lo gritara pero mi cuerpo estaba deseoso de dejarlo estallar, de decirle todo, de decirle que lo amaba, que lo amaba como un loco, que estaba desesperado por volver a besarle y tocarle, que estaba echo trizas por su amor no correspondido, que me tenía arrastrado, ¡Que me traía muerto por él! ¡Que podía hacer lo que quisiera conmigo por que simplemente me tenía así de mal! ¡Pero que me besara, que me tocara, que me hiciera el amor, que me amara también! ¡Agh, Rubén deja de mentirte! ¡Deja de hacerte daño! ¡Nunca te va a amar, nunca te va a besar de nuevo, nunca te va a tocar por que le das asco! ¡Nunca, nunca, entiéndelo!

—Sólo entiéndelo... —solté en un hilo de voz, débil, quebrado.

—¿De qué hablas? —sostuvo mi barbilla, le di un manotazo y lo empujé, ¿Estaba cabreado?, ¿Por qué?, yo no me cabreaba con él, en todos estos años... Yo nunca...

No, Rubén, Mangel no tenía la culpa de nada...

—Rubi-

—¡No! ¡Cállate! ¡No quiero escucharlo! ¡Basta! —tapé mis oídos con las palmas de mis manos, llorando con más fuerza y dejándome llevar, pero es que... Necesitaba gritarle y replicarle muchas cosas— ¡No siguas, por favor! —cerré mis ojos con todas mis fuerzas, arrugando mis párpados.

Malos pensamientos #1. ➝RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora