Hay algo en el cielo tormentoso que es reconfortante. Incluso cuando parpadea iluminándolo todo no puedes sentir miedo. Y luego, cuando por fin retumba el primer trueno, sientes que eres todo lo pequeño que puedes ser. No hay para más. Una vez encuentras el fondo del envase, sabes que ya no queda nada, y si ya no tienes nada, todo lo que suceda a partir de ahí resultará una especie de ganancia.
Si estas cerca de una ventana descubrirás que no sólo tu piel vibra con cada retumbar seco, y que no sólo tus párpados se entrecierran ante cada resplandor. Creo que uno se siente realmente vivo cuando la piel se eriza. Estás sintiendo con todo tu cuerpo algo que ni siquiera sabía que podías o querías sentir. Al mismo tiempo, durante una tormenta eléctrica, notas que incluso las cosas inanimadas reaccionan de forma no muy distinta a la tuya, y otra vez te sientes pequeño, y siendo tan pequeño lo natural es que, a partir de ahí, sólo te quede crecer.
Creo que mi mamá se refiere a esto como «el consuelo del tonto», pero yo prefiero verle el lado más optimista.
Cuando le expongo este tipo de pensamientos a mi novio, pese a que sé que me quiere mucho, me ve de manera extraña. Frunce el ceño fingiendo que está analizando lo que acabo de decirle, pero bien sé yo que apenas me ha prestado atención. Así es él y así me gusta. Aunque no puedo negar que a veces quisiera notar algo de interés y no sólo miradas dubitativas.
—Oye, Lore —susurró—, ¿vamos al río este fin de semana?
—Dicen que el fin de semana habrá mucha lluvia —respondí yo con medio bostezo en la boca. Sonreí al notar su estómago rugir, me pareció mal el que mi cabeza siguiera descansando sobre su estómago, con lo vacío y necesitado que parecía—. ¿No has almorzado?
—¿Y desde cuándo acá estás tan pendiente del pronóstico del tiempo? —preguntó Noé, divertido, ignorando mi pregunta por completo.
—Por eso dije: «dicen» —bufé—. Los del tiempo le atinan a todo menos al clima.
Yo no suelo llevar paraguas, pero sí sombrilla. Antes creía que a la larga el sol era mucho más dañino, y prefería un resfriado a una enfermedad en la piel. Aunque esto no es del todo cierto, por supuesto. Sin embargo, encuentro algo romántica esta concepción tan inocente e infantil. Pensé así como hasta el séptimo grado. Desafortunadamente, en la clase de Ciencias Naturales me tocó hablar sobre la lluvia ácida, y desde entonces, siento que uno es más feliz viviendo en el engaño. Pero, con todo y todo, no me siento triste. Dejo pasar dos o tres tormentas, y a la siguiente, salgo al patio y corro como loco, sin importar que los pies se me llenen de lodo o que el agua sucia me cubra los tobillos por completo. Sonaré todavía más loco ahora, pero incluso hay ocasiones en las que recuerdo la canción de Barney. Yo alcancé a Barney ya muy tarde, cuando el pobre dinosaurio púrpura ya estaba agonizando y pocos niños lo buscaban. Es más, si le pregunto a un adulto sobre él, fingen no haberlo conocido. Pobre animalito púrpura, tan solitario.
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Relatos Gay
RomanceRelatos Gay variados. Románticos algunos, otros no tanto. __ Quiero aclarar que algunos relatos son versiones medianamente corregidas de relatos que ya hace tiempito había colgado en el blog. (El Blog: http://elmundodeseiren.blogspot.com/) Espero d...