(No es incesto, lo prometo, pueden leer en paz).
Se presentó, entre mi hermano y yo, una de esas situaciones incomodas pero inevitables que la hermandad misma demanda ignorar. Pura camaradería, quizá. Siendo él hombre y yo mujer, pocas cosas debíamos tener en común —en teoría—, sin embargo, el ser tan cercanos en edad nos proporcionaba una proximidad que a muchos les resultaba extraña pero que a nosotros nos parecía de lo más natural. Peleábamos, no lo niego, pero no por niñerías, rara vez fuimos egoístas y compartíamos nuestras cosas de buena gana, dulces y padres incluidos, y, en resumen, para nuestros progenitores fuimos los mejores hijos que cualquier persona soñaría tener. Y para nosotros mismos, los mejores hermanos que se pueden pedir. Ni qué decir en cuestiones de confianza, secretos, travesuras y acontecimientos más serios y sensibles. Sin embargo, ya algo tarde descubrí que, a pesar de todo, seguíamos siendo dos personas separadas, y había cosas que él se esforzaba en esconder.
Cuando por fin ingresamos al colegio, nuestra cercanía no se vio comprometida. En el instituto era bien conocida nuestra relación, y pese a que Rory era tímido en comparación, tenía su buena cantidad de amigos y una vida escolar de lo más placentera y normal. Era habitual para mí encontrármelo en los pasillos, riendo bajito pero con sinceridad, con los ojos húmedos y las manos en el estómago, tratando de soportar el dolor producido por la ingeniosa broma de alguno de sus amigos. Era un grupo pequeño pero unido, y tanta confianza había entre ellos que se enteraron antes de eso que Rory pocas veces pensó confesarme.
Ahora que lo pienso, no tenía obligación de decírmelo, parte de la culpa la tuve yo por suponer de buenas a primeras que tenía un hermano menor, inteligente, guapo y cien por ciento hererosexual. Supongo que hay circunstancias en la vida que lo toman a uno desprevenido, sean buenas o malas. Así fue conmigo. Aunque lo fui notando poco a poco, su comportamiento hizo que creciera en mí una pequeña pero poderosa sospecha, lo que me hizo más atenta.
Como decía, nuestra relación y cercanía era conocida por casi todos en el instituto, sin embargo, Rory rara vez recurría a mí cuando se metía en problemas o necesitaba algo. Y era igual conmigo. No obstante, un día como cualquiera, él comenzó a visitar con más frecuencia mi salón de clases. Generalmente me buscaba durante los recesos, o al final de clases, para decirme que no se iba a ir conmigo o que iba a pasear al centro comercial con sus amigos, o a vagar por ahí, y cosas por el estilo. Y para rematar, de repente se hizo más olvidadizo: Katy, préstame una regla, un borrador, mi lápiz murió, me he quedado sin papel para el proyecto, y un rotulador... Pequeñeces todas, niñerías. Me resultó extraño pero no pensé demasiado, ni siquiera llegué a imaginar que lo hacía para robarle una mirada a alguna de mis compañeras. Un simple flechazo, de esos superficiales que obedecen más a la imaginación que a sentimientos verdaderos. Esos erróneamente llamados amores platónicos. Pero no, no parecía ser este el caso tampoco, de ser así, creí, él me habría dicho algo, o insinuado al menos. Estaba atenta pero no era capaz de observar grandes cambios, todo porque yo misma había delimitado, inconscientemente tal vez, mi campo de visión.
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Relatos Gay
RomanceRelatos Gay variados. Románticos algunos, otros no tanto. __ Quiero aclarar que algunos relatos son versiones medianamente corregidas de relatos que ya hace tiempito había colgado en el blog. (El Blog: http://elmundodeseiren.blogspot.com/) Espero d...