2. Cuantos más, mejor

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-Pues, ya estamos.-Fue lo primero que dijo el padre después de las dos horas de viaje.

Corey (Capricornio) no dirigió palabra alguna al desabrocharse, y comenzar a abrir la puerta derecha del coche.

-¿Necesitas ayu...?-balbuceó el padre, sin llegar a terminar.

-No.

Acto seguido, su hijo cerró cortante la puerta del coche, dirigiendo sus pisadas al maletero.

Detrás de esa actitud dura, e impenetrable, el joven era un manojo de nervios. Sentía unas desagradables cosquillas en el estómago, acompañadas con una sensación de arrepentimiento por pagar su inestabilidad emocional con su padre.

Pero últimamente le costaba un mundo expresar sus sentimientos con claridad.

Abrió el maletero con precaución, ya que en el interior todo estaba colocado a presión.

Por suerte, nada había caído, ni se había movido de su posición original, así que estratégicamente fue sacando las cajas, y bolsas, hasta llenar la acera frente a la puerta de la residencia de sus pertenencias.

-¿Qué tal vas?-preguntó el padre desde el asiento del conductor, asomándose por el espejo retrovisor.

Levantando la mirada hacia su progenitor, mientras sacaba las últimas cosas, el joven dio su respuesta musitando un casi incomprensible "bien".

El padre decidió no seguir, ya que sabía que la conversación no iría a ningún sitio. A veces, pensaba si la cuestión del divorcio había sido realmente una buena idea. Pero así había sucedido, y ya no se podía retractar de sus decisiones.

-Adiós.-se despidió el chico cerrando el maletero.

-Adiós.-susurró el padre, aún sabiendo que su hijo no le escucharía.

Y así fue la despedida. Fría, y para nada emotiva. Pero eso era ya normal.

La relación de Corey (Capricirnio) con su padre se había transformado en eso después de la separación con su madre; a la que el chico adoraba por su brillante carisma e inteligencia.

Sin devolver ni una sola mirada más al coche de su padre, buscó en el bolsillo de su nueva sudadera universitaria, las llaves de la residencia.

Al tomarlas, se dirigió a zancadas hacia la puerta de aquel edificio de ladrillo rojo, (obviamente, sin quitar un ojo de encima de sus cosas) y la abrió con rapidez.

Pero al hacerlo se topó con dos cosas, un gruñido quejoso, y un obstáculo del que más tarde habría deseado no encontrarse. Nunca. En la vida.

Ethan Smith (Escorpio).

Llevaba en aquella universidad desde hace dos días, ya que sus
padres tenían varias reuniones, y viajes. Por supuesto, mucho más importantes que su único hijo.

Esa actitud de ellos, repercutían más de lo que nadie hubiese imaginado en Ethan (Escorpio); de apariencia dura y sentimientos escondidos, pero intensos, muy intensos. Por ello, le dolía la dejadez de sus padres.

No creía poder soportar aquella situación por más tiempo, pero por ahora podía estar tranquilo, ya que desde su llegada había decidido hacerlo un sentimiento mutuo.

Es decir; si ellos no le buscaban, él no los buscaría a ellos. Simple.

Era duro, pero él mismo había decidido resetear su vida. Aunque solo fuese por orgullo propio.

Desde el viernes 11, lo único que había estado haciendo, era la organización de su espacio, y la exploración del campus. Dicho de otra forma, la búsqueda de lugares con más movimiento y comenzar a hacer vida social.

De hecho, en ese mismo instante se dirigía a la fiesta de una residencia cercana. Lo único que se lo impedía, era el fuerte golpe que alguien le acababa de plantar en el puente de la nariz.

–Mierda.–gruñó simplificando el dolor provocado.

Mientras se palpaba la nariz comprobando que ningún hueso se hubiese roto, un joven con expresión sorprendida se presentó en el umbral de la puerta, con una expresión preocupada.

–Lo siento, ha sido un accidente.–decía Corey (Capricornio) tratando apaciguar la situación, con el que supuso que sería su nuevo compañero de residencia.

El Escorpio; sin poder evitarlo, devolvió una amenazadora mirada al culpable de aquel dolor intenso.

Una mirada tan afilada, y temeraria que provocó que al otro joven se le erizasen los pelos de la nuca, aunque cuidó en que su expresión no mostrase lo que realmente sentía.

Antes de que la conversación pudiese continuar, los dos chicos captaron voces. Específicamente risas infantiles, y una voz regañándolas.

–¡Qué guay!–decía una.

–¡Nada me lo impedirá!–decía otra.

–¡Te he dicho que no te vas a quedar con mi cuarto!–regañaba la mayor, y más próxima.

Corey (Capricornio) cambió de postura girando el torso hacia fuera para encontrarse con una manada de pelirrojos. Literalmente.

Ellos eran los Harriet. Madre, padre, los trillizos, y la desesperada Georgina (Géminis). George para los amigos.

Ella ya estaba acostumbrada a los viajes "súper-familiares", pero todavía le costaban los de más de una hora. Dichosos sean los coches de siete plazas.

La sonriente Géminis, se había despedido esa misma mañana de TODOS sus amigos, precisamente todos los habitantes de su barrio y alrededores, y menos mal que tenían prisa.

Por otra parte estaba su hermano Tod. Había estado hablando sobre quedarse con el cuarto de la chica desde que salieron de casa. Pero cómo es obvio, a la chica no le apetecía ceder su área a un renacuajo. O por lo menos a uno de los tres.

Pero ella era lista. Diez dólares lo arreglaban todo con sus hermanos. Desde coberturas para fiestas, hasta el postre de una semana. Todo valía con esos pequeños descerebrados.

Y por fin había llegado a la universidad. Ella sabía que lo primero que haría no sería ordenar las cajas de su cuarto, sino conocer a gente. Y cuanto antes, mejor.

Y su primera oportunidad estaba en frente suya.

Un chico más alto que ella, (casi todo era más alto que sus 1'58 metros) y dueño de ojos curiosos la miraba desde el marco de la puerta. Así que la chica fue directa hacia él, con una sonrisa brillante.

Entre tanto, Corey (Capricornio), que continuaba con el shock de hacía unos instantes, se preguntaba el por qué del entusiasmo de la chica de la melena rizada y pelirroja que cada vez se aproximaba más hacia él.

–¡Hola nuevo compañero!–comenzó la chica con un encanto notable.–Me llamo Georgina Harriet (Géminis), pero puedes llamarme George. Se que es nombre de chico, pero no te preocupes, a mi me gusta. Espero que este curso sea genial, digo, genialmente mega genial, y lo pasemos muy bien.

Mucha información.

Eso fue lo único que pensó el Capricornio, mirando sorprendido a la pelirroja.

–Yo soy Corey Horian, y también espero de este un buen curso.–dijo evitándose andar con rodeos, y llendo al grano.

Antes de que George (Géminis) pudiese articular una palabra más, un chico algo más alto que Corey (Capricornio), salió de detrás de la puerta.

–Yo soy Ethan Smith (Escorpio).–comenzó.–Y creo que este pringado me acaba de romper la nariz.

Dear ZodiacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora