♦ Capítulo 3 ♦

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♦ So You Hear My Heartbeat? ♦

Capítulo #3

Era temprano aún para preocuparme por el club de drama; no tenía más nada que hacer, me había levantado antes de lo normal según mi reloj biológico y ahora estaba en blanco.


La cabeza me dolía de tantos pensamientos y no me había dado cuenta de la necesidad de sueño hasta que me saqué los zapatos y me tumbé a la cama. Suspiré abrazando mi almohada cuando dejé la fatiga expandirse libremente por mi cuerpo, al menos dormir llenaría el tiempo libre, y así pasó la mañana hasta la tarde.


En mi casa la hora de la cena era una de las costumbres mejor forzadas. Mi punto frágil, porque por más que me encantaría pasar de ella como lo hacía con otras actividades que involucrasen a mi padre, no podía pedirle a mi cuerpo que se abstenga de comer. Ellos lo sabían y sacaban provecho. Se empeñaban demasiado por ser una familia clásica de respeto, lo peor era que casi les funcionaba, y yo por mi parte tenía que esforzarme por dotar un poco de sana desestabilidad.


Mi padre era profesor de química con turno regular. No era nada fenomenal hasta donde sé, le han otorgado reconocimientos, la semana pasada la pasó en Washington dando una conferencia junto con otros colegas pero hasta ahí. Como maestro era demasiado típico y algo remilgado, se le veía conforme con su vida por fuera, no se quejaba pero tampoco era un hombre feliz que irradiara motivación. La gente lo respetaba, sus alumnos le tenían el miedo justo y necesario para no molestarlo en su cara y de vez en vez, nos arrastraba a toda la familia a reuniones sociales de trabajo para dar la imagen que debería rodear en casa a un hombre como él.


Por otra parte, mi madre le quedaba. Donna era una buena mujer, no demasiado buena, porque escuchaba Smashing Pumpkings con nosotros cuando mi padre no estaba en casa y la mitad de sus amigas de la secundaria estaban tatuadas hasta los codos. Tenía lo suyo, era algo menos predecible que mi padre y aun así, más sensata, porque más que sumisa evitaba los enfrentamientos. Todos conocíamos el temperamento de Donald, que era el segundo hombre más fácil de crispar después de mi abuelo y que mientras tuviera la razón estaría en paz. O mientras creyera que la tiene.


Mi madre trataba de entenderme porque era como yo. O al menos lo fue a mi edad, con la diferencia de que creció con una madre soltera que trataba de hacerse una carrera como artista, arrastrando a su hija pequeña con ella a mil situaciones de pobreza, deudas, mundos bajos donde la libertad no era segura. Ella tenía una mala experiencia con los artistas, le tocó ser la hija de una pintora fracasada y ahora era la madre de un aspirante a actor; ella no iba a decirme directamente en la cara que moriría de hambre si seguía pensando en la actuación, sino con historias de mi abuela Helena y como no logró estabilizar su vida hasta casarse con un abogado que compraba sus pinturas solo porque estaba enamorado de ella.


A pesar de las diferencias, mis padres se conocieron en la universidad. Mi madre estudiaba Química para ser cosmetóloga y mi padre para ser fármaco biólogo. Y el resto es historia.



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En el garaje habían dos autos, un sedán gris de mi padre y una minivan azul claro de mi madre. A pesar de que odiaba el sedán, solía ir a mis ensayos en ella con mi hermano. Él tenía práctica a las 4:30 y yo ensayo a las 6:00, por lo que salíamos de casa a las 4:00 para que Mike llegara a tiempo y yo esperara una hora. Después mi ensayo terminaba a las 8:30, dos horas después del entrenamiento de mi hermano, lo que antes suponía una batalla eterna por quien debería llevarse el auto y quien debería volver en transporte público; a ninguno de nuestros padres les hacía gracia que cada quien se llevara un vehículo.

Heartbeat Hearie [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora