Capitulo Cuarto

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La noche había arrastrado consigo un fuerte aire huracanado seguido de grandes rayos que atravesaban el cielo y danzando con el sonido de los truenos. Parecía que el cielo se fuera a pedacitos como un espejo al romperse. Esa oscura y aterradora noche no dejó dormir a más de uno en el reino de Magnolia. Lucy era una de ellas. Desde pequeña le aterraban las tormentas pero esa noche no le temía, al contrario, se quedaba fascinada mirando cómo el cielo se iluminaba y se tornaba oscuro al cabo de los segundos. El ruido era ensordecedor pero ella tenía la mente en otra parte. Las imágenes del encuentro con el hijo de los Dragneel no la abandonaban. Su corazón, más cálido y nervioso de lo normal, latía cada vez que pensaba en aquel fugaz beso. Quería verle. Quería verle.

Y con ese pensamiento se quedó durmiendo junto al alfeizar de su ventana. Cuando despertó el cielo volvía a tener ese tono azul impecable. No había ni una sola nube. Parecía que alguien lo había pintado de nuevo tras la tormenta de la noche anterior. Lo primero que recordó tras mirar ese cielo fue en la sonrisa de Natsu. Esa sonrisa cálida, tierna, le proporcionaba confianza. ¿Cuándo le vería? Suspiraba la joven Heartfilia. Se desperezó y caminó hacia su armario dispuesta a vestirse. Aún llevaba el disfraz de ángel de la fiesta de la noche anterior. Al empezar a caminar algo cayó a sus pies. Se trataba de la bufanda que Natsu le había dejado a su cuidado. La cogió y la abrazó con ternura.

-Buenos días, mi dulce amado...- susurró llenando sus pulmones del olor de la colonia del chico.

A continuación empezó a buscar un escondite para su tesoro. Si su hermano o Rogue la encontraban se encontraría en serios problemas y tendría que admitir delante de su familia que había estado conversando con el hijo de su mayor enemigo. Pero eso no era el mayor de sus problemas. Se había enamorado perdidamente y locamente de él. ¿Qué debería de hacer ahora? No quería olvidar ese encuentro que el destino le tenía preparado. ¿Destino? Pensó. Negó con la cabeza y volvió a sonreír "Esto no ha sido el destino. Él es mi alma gemela y ha venido a buscarme". Sus pensamientos eran un remolino que surcaba todo su cuerpo erizándole la piel. Finalmente logró encontrar un buen escondite. Debajo de su cama uno de los tablones del suelo, que era de madera, estaba suelto. Allí guardaba todos sus tesoros. Tesoros que tenía cuando era pequeña y otras cosas que pertenecían a su madre. Ella fue quién le enseñó ese escondite a su hija y desde entonces todas sus amadas pertenencias estaban allí. Fuera del alcance de cualquiera que quisiera ponerle las manos encima.

Escondió la bufanda justo en el momento en el que alguien llamaba a la puerta. Era su doncella. El desayuno estaba listo. Respondió que bajaría en unos minutos. Sintió como la doncella se alejaba y respiró tranquila. Se despidió de la bufanda con un ligero beso y luego colocó el tablón. A los pocos minutos ya estaba en el salón. Su padre, al verla, la saludó con un movimiento de cabeza y en cuanto Lucy tomó asiento éste se levantó sin decir nada más. Como otro día habitual en su vida Lucy desayunaba, almorzaba y cenaba sola. Su padre siempre tenía muchos asuntos importantes que tratar. Nunca tenía tiempo para ella. Sting era igual. A pesar de que tenía un complejo con su hermana casi nunca comían juntos. Pero ella se sentía aliviada, al menos, ese día conseguiría desayunar tranquila, recordando una y otra vez cada palabra de la conversación con el joven Dragneel. Cada susurro, cada mirada, cada sonrisa, seguían perennes en la mente de Lucy.

-Veo que hoy estáis más alegre de lo habitual, princesa.

-¿Cuántas veces tengo que decírtelo, Virgo? No me llames princesa. Lucy está bien.

La doncella cuyo nombre era Virgo asintió con la cabeza y se marchó. A pesar de que Lucy le había pedido que la llamase por su nombre sabía que no lo haría. Desde que era pequeña siempre la llamaba por princesa y eso que realmente no era una princesa.

Cuando el Amor da paso a la Tragedia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora