Esa noche...
La turbia y fría gota de agua temblaba al borde del oxidado tubo de metal . Ir , venir , caer , no caer , cayó.
Manuel sintio como si mil campanas repicaran al unísono sacándolo de su letargo. Su cara estaba mojada , una gota de agua lo había despertado de súbito . Torpemente se puso de pie , las manos directo a la nuca , aún estaba aturdido por los golpes que había recibido.
Horas atrás , él y su amigo Jaime se habían introducido en las instalaciones de la escuela . Buscaban penetrar en la red escolar y violar el sistema de calificaciones con el fin de manipular sus notas anuales , de lo contrario , no lograrían el pase para el siguiente curso. Atravesaron sigilosamente los pasillos , cuidando de no ser sorprendidos por don Juanito , el velador de la secundaria, pero cuando llegaron a la zona de laboratorios, se toparon con que las puertas de acceso al centro de computo estaban bajo llave y ninguno de los dos traía consigo algún tipo de herramienta para abrirlas. Ante el inconveniente , los muchachos se separaron para buscar en los laboratorios algo con lo que pudieran ayudarse a entrar.
Jaime se dirigió hacia el extremo norte de el pasillo , a los salones de clase , mientras que Manuel se dirigió al extremo apuesto buscando dentro de los laboratorios. Al poco tiempo , un sonido dentro del laboratorio que Manuel acababa de abandonar hizo retumbar las paredes , sobresaltándolo.
Desconcertado , Manuel regresó sigiloso hacia el salón , atento a no ser visto. Al acercarse percibió un nuevo olor , acre y extraño , que confundió con el aroma de algún reactivo químico. Se asomó por la ventana circular de la puerta pero no pudo ver nada; la empujó levemente para evitar que rechinara y, de un ágil salto estuvo dentro.
A unos cuantos pasos , el cuerpo inerte de Jaime colgaba de la lámpara, abierto en canal, con un espeso hilo de sangre escurriendo por sus zapatos y con una especie de animal a sus pies, hartándose en ella.
Manuel se quedó tan frío, que no se percató cuando tiró un matraz y el animal se tornó hacía él con la mirada furiosa, batiendo la lengua entre un par de colmillos que babeaban rabiosamente. No era un animal, ¡era el profesor de Física!
El profesor le gritó una maldición y se abalanzó sobre él. Al verlo , Manuel recobró la cordura casi instantáneamente . Su amigo estaba muerto, pero si no salía de ahí , lo estaría él también. Apenas alcanzó a esquivar a su atacante , azotando la puerta en su nariz y trató de salir de la escuela a toda prisa.
Corrió a lo largo de lo que sentía como miles de pasillos , a cuanto daban sus piernas , con el corazón a punto de estallar en pedazos, oyendo la terrible carcajada de la bestia a sus espaldas. Sentía en su interior el impulso del miedo acrecentándose y convirtiéndose en un ansia suicida de enfrentar el peligro con lo que tuviera a su alcance para así lograr un poco de tiempo que le diera ventaja sobre el profesor.
Al dar la vuelta en una esquina se encontró frente a un pesado extintor y, aprovechando la leve delantera que había sacado a su perseguidor, lo descolgó y le quito el seguro.
Cuando el asesino dio la vuelta al pasillo, no esperaba la ráfaga de gas carbónico que Manuel dirigió sobre su cara. Se escuchó un chillido gutural y el maestro cayó al suelo retorciéndose frenéticamente. Manuel no pensó dos veces lo que iba a hacer, alzó la más alto que pudo el extintor y lo golpeó con gran fuerza en la cabeza. Un sonido seco y una mancha de sangre , sesos y pus se esparciendose por el piso le indicaron que ya no tendría que correr más. Su miedo estaba muerto.
Dejó caer el extintor al suelo y a punto de regresar hacia el salón donde estaba el cadáver de Jaime, una mano nudosa y ensangrentada lo asió por el brazo y levantándolo en vilo , lo lanzó contra la pared del corredor. Manuel, sofocado por el impacto , apenas pudo ver cómo el profesor, sangrando copiosamente de la cabeza , se arrojaba sobre su garganta.
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Con el diablo en el bolsillo ( y otros relatos) José Luis Rojas.
RandomUna grata lectura espera a quienes se adentren en Con el diablo en el bolsillo y otros relatos, pues descubrirán un mundo delirante y , a la vez , tan cercano a todos.