Irina (autor: José Luis Rojas)

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-¡Maldito seas! - espetó el hombre, antes de que la pesada bota se impactara otra vez en su boca, rompiendo sus dientes frontales y proyectándolo contra la pared.

Se encontraba postrado de rodillas, viendo al suelo con desesperación, su cara enmorecida e hinchada por los puñetazos y las bofetadas recibidas. De su boca, en la que ahora se notaban unos huecos que no estaban hacía unos momentos, empezó a escurrir un hilo de sangre y baba. Jadeó como tratando de ganar un poco de aire.

El extraño lo había seguido por largo tiempo sin que se diera cuenta y al llegar a la parte más profunda del callejón, se abalanzó sobre él envonviendoló en una marejada de violentos golpes y patadas.

Aún estaba aturdido, pero alcanzaba a escuchar los movimientos del hombre detrás de él, su mente pensaba en cómo sacarlo del predicamento. Fue entonces cuando escuchó una voz grave y gutural como saliendo de la nada.

"Nunca pensaste que volvería a suceder, pero la mataste. La amarraste con las recias cuerdas, rasguñando su tierna y suave piel. No importando sus imploraciones y sus súplicas de que la perdonaras , sacaste el filoso cuchillo y burlándote y mandiciéndola, le hiciste un hoyo en el cuello. No , no se lo cortaste, sólo lo perforaste, para que no se muriera al instante, para que la sangre fluyera , primero como un chorro aspersor y luego lentamente se fugara de su espléndido cuerpo al perder presión, al perder lentamente la fuerza vital.

Pero, ¿por qué la odiabas tanto? ¿Acaso fue que te engañó con otro? No, ella te amaba con locura y con pasión. Quizá fue eso, nunca antes una criatura de belleza tan excepcional había sentido algo por tu estúpido ser. Y es que con sólo aproximarse te hacía hervir la sangre de excitación, pero cuando hablaba o simplemente te miraba, la sensualidad de su cuerpo contrastaba con la inmaculada inocencia de sus palabras o de sus gestos y eso te ponía nervioso y te sacaba de quicio. Ella no era un animal como para ti , el dolor , la sangre y la muerte siempre han sido el epílogo de cualquier relación.

Tú estas acostumbrado a quitar la vida a quienes están a tu lado. A veces jugaron contigo y creíste quen lo merecían, pero ahora no había razón, o tal vez esa fue la razón, que no había una razón.

Simplemente, una noche decidiste que era momento de acabar con ese amor. La invitaste a salir como todos los viernes por la noche, cenaron en un restaurante italiano, su favorito. Luego , la llevaste al lago, ¡qué hermosa vista! La ciudad palpitaba iluminada por miles de lucecitas a lo lejos.

Bajaron del auto y ella te miraba con esos ojos color miel que siempre te invitaban a perderte en ellos, como en un mar de tranquilidad y de paz. Los labios de ambos se fundieron en un apasionado beso y sus lenguas se movían caprichosamente tratando de hacer un nudo por demás imposible. Poco a poco, la fuiste arrastrando hacia el interior del espeso bosque. Al principio, las caricias eran ligeros deslices de tus manos y de las de ella por las partes íntimas, hasta que el frenesí fue tal, que pronto la ropa empezó a quedar regada por el suelo.

Su piel se sentía cálida y tierna bajo tu cuerpo. Cuando la tomaste, sus ojos se cerraron y su cuerpo se estremeció en una andanada de extasis. Sus gemidos , al principio mezcla de un placer y un leve dolo, se fueron haciendo más intensos hasta que el orgasmo sobrevino.

Fue entonces que en medio de un grito de placer, cogiste un madero y empezaste a golpearla sin piedad.El primer impacto tomó por sorpresa, no supo qué hacer, simplemente gritó y se llevó las manos a la cabeza; con el segundo, quiso reaccionar , pero el impacto fue tan fuerte que le reventaste los labios y sus dientes se resquebrajaron. Su cara se transformó en una masa sanguinolenta y sus ojos reflejaron por primera vez una emoción muy distinta al amor, pero no pudo hacer nada, quedó a tus pies, sin sentido.

Cuando despertó seguiste golpeándola sin piedad, le dabas patadas, puñetazos, jalones de cabello, mordidas... Todo lo que se le ocurrió a tu podrida cabeza, lo hiciste. ¡No entiendo por qué tanta maldita rabia!

Cuando te cansaste, llegó el momento cumbre. Su cuerpo temblaba víctima del frío y de la golpiza. Su piel, bañada en sangre ofrecía un grotesco espectáculo. Un ojo cerrado , hinchado, con un coágulo y el otro, con el párpado cortado de una cuchillada. Por su boca reventada y a punto de volver a reventar de la inflamación, profería lamentos apenas entendibles. ¡ No me mates mi vida! ¡ Yo te amo! ¿Por qué haces esto? ¡Por favor ya no!

Y te reíste, te reíste a carcajadas, le gritaste que era una cualquiera. Ofendiste a la mujer que entregaba por primera vez su ser, y la seguiste ultrajando. Quemaste con un cigarrillo sus senos, sus caderas, su lengua, te hartaste de grotesca felicidad en su sufrimiento.

-¡Ya cállate idiota! ¿Por qué me estás jodiendo con ese cuento? ¿ Por qué me golpeas? ¿A ti que demonios te importa la vieja ? - estalló violentamente el asesino. Pero se silenció inmediatamente ante una tremenda bofetada del hombre en la prenumbra. Su cara estaba desfigurada, casi igual que la de Irina , su novia, a la que había torturado y matado hacía apenas unas noches.

El hombre oscuro prosiguió... "Como decía , hasta creo que te excitaste otra vez mientras la veías retorciéndose de dolor. Y al final , para hacerlo aún más placentero, decidiste no cortarle el cuello, optaste por desangrarla como a un puerco..."

-¡Y a ti qué carajos te importa! -volvió a espetar el asesino.

-¡Te callas maldito desgraciado ! -gritó el hombre al tiempo que le asestaba otro puñetazo en los dientes y un borbotón de sangre brotaba en sentido contrario al impacto -. Y ya que me interrumpes tan constantemente, te voy a decir por qué me importa tanto la mujer. Verás, yo, como tú , soy un monstruo que extrae la vida de los demás. Y esa noche fatídica en la que después de contemplar la escena que habías creado huíste abandonando a la mujer que te amaba, desangrándose en la oscuridad, yo , que había observado toda la acción, también me regocijé en su desgracia. Me acerqué a su cuello y por ese orificio que habías hecho, absorbí las ultimas gotas de la fuerza vital, y luego lamí la sangre a su alrededor y la que cubría su piel; la acaricié y la mimé hasta que sus ojos se cerraron en paz.

-¿De que estás hablando cerdo degenerado? - dijo el asesino con una expresión entre asco y asombro -. ¿Que hicisté ?

-Cerdo degenerado... qué curioso que me llames así después de lo que hicisté. En cuanto a tu pregunta, creo que resulta bastante obvio lo que hice, le chupé la sangre hasta que acabó por morir, como hacemos todos los vampiros.

-¿Qué? ¿Pero estás demente? ¿Estás más loco que yo. ¡Un vampiro! ¡Hah! ¡Un lunático, qué !

-Un vampiro , mi querido animal. Como lo oyes. Pero no estoy loco como tú. Yo mato para alimentarme , no por el morboso placer que te mueve a ti. Y rara vez , cuando lo creo conveniente, no solamente no quito la vida... También la otorgo.

-Mira imbécil, ya me cansé de tanta estupidez. Ya me pegaste, ¿y ahora qué? ¿También a mí me vas a chupar la sangre , señor vampiro? - dijo en un tono cinico y incrédulo. Sin embargo, un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando el vampiro lo miró a los ojos y percibió un brillo sobrenatural.

-No , yo no voy a hacerte nada, pero Irina es otro cantar. ¿Tú sabes de lo que es capaz una mujer despechada? Tanto amor puede ser mortal y ella está muy decepcionada por lo que le hicisté. No quiero asustarte , pero de ahora en adelante, no seré yo quien venga a visitarte durante todas las noches que te quedan de vida. No , Irina vendrá a hacerte pagar caras cada una de sus heridas, en especial las de su corazón. Mira.

El hombre oscuro apuntó con su huesuda mano hacia la profundidad del tenebroso callejón y desapareció misteriosamente en la penumbra. El asesino volteó hacia donde señalaba el vampiro y pudo distinguir emergiendo de la tenua neblina, la hermosa silueta de una mujer pálida como la nieve cuyos ojos furiosos ardían como el fuego del mas horrible de los infiernos.



Con el diablo en el bolsillo ( y otros relatos) José Luis Rojas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora