Un cuerpo perfecto

1. ¿Cómo que nos mudamos?

El incómodo sonido del despertador me despierta rápidamente, doy un pequeño bote sobre mi cama y seguidamente suspiro con desgana. Apago el despertador y me quedo tumbada. "Otro día más..." pienso.

Me levanto y me dirijo al baño. Me lavo la cara y me quedo frente al espejo. Me miro, miro mis ojos, mi nariz, mi boca, mi cuello, voy bajando y bajando hasta que llego a mi barriga. Me miro de frente, de lado, no puedo más con esta tortura. Mi barriga era todo menos bonita. Mis costillas perecían cuchillos queriendo salir a presión de mi cuerpo, mis pechos caídos y desganados ya no decían nada. Mis caderas eran montañas, cordilleras, que pinchaban e mi interior. Esa imagen, esa cosa... Soy yo...

Cuando salgo del baño, abro mi armario. No se que ponerme. Algo, claro, que tape estas costillas exageradas. Me pongo una camiseta básica de manga corta y unos leggins de color gris. Encima me pongo una sudadera grande de color azul que me hace parecer más gorda, y me recojo el pelo en un moño alto. Bajo a la cocina y encuentro a mi madre sentada en una silla mirando a la nada.

-Buenos días mamá -Le digo yo mientras me acerco a darle un beso.

-Buenos días Nae cariño. -Me dice ella desganada

-¿Pasa algo mamá?

-Cariño, no tienes que preocuparte por nada que pase ¿vale?

-Mamá ¡¿que pasa?!

-Hija me han cambiado a un trabajo en Australia, nos tenemos que mudar.

-Espera, ¿QUÉ?

No me lo puedo creer. Me quedo en blanco. De repente siento como el aire me deja de pasar por los pulmones, no me llega el aire. Miro a mi madre, esta comienza a llorar. No se que hacer. Subo corriendo las escaleras, cojo la mochila y salgo de mi casa rápido hacia el colegio.

De camino al colegio, más despejada empiezo a pensar. Sabía que no era culpa de mi madre, pero tampoco era mi culpa. Llevaba más de 5 años afrontando una larga y dura enfermedad. La anorexia. Con mis altibajos, algunas veces engordaba un poco, otras caía muy enferma, hasta llegar a ser ingresada en el hospital... Aunque en realidad mi enfermedad no era del todo anorexia. Yo no me veía gorda como las demás anorexicas. Yo veía la realidad, veía el monstruo en el que me estaba convirtiendo. Mi "enfermedad" empezó con los problemas en mi familia, cuando mis padres se separaron. Mi madre no podía con los cargos de mi casa y mi padre no daba señales de vida en nuestra familia. De hecho llevaba 5 años sin verlo. Empecé a comer menos y menos, hasta el punto de que casi no comía nada. Mi madre a veces me obligaba pero a estas alturas ya, se ha cansado de luchar, y ya deja a parte un poco el tema. Ahora yo estoy en una fase en la que salgo desapercibida entre comillas, porque ni estoy normal, como suelen ser las chicas de mi edad, ni estoy lo suficientemente anorexica como para ingresarme en un hospital de nuevo.

Sin darme cuenta me encuentro en la puerta de mi instituto. No me puedo sentir nada desgraciada a la hora escolar, los estudios me van genial, tengo un grupo de amigos que me apoyan en todo, los profesores me intentan ayudar... Aunque ahora no se lo que voy a hacer si me cambio de colegio.

-¡¡¡¡Nae!!!! -Me grita alguien desde la otra punta. Es Kevin mi mejor amigo.

-¿Qué hay Kev? -Kevin era mi mejor amigo desde que entré a ese instituto con 13 años, siempre hemos compartido todo juntos, el entendía mis problemas y me contaba los suyos, compartíamos momentos más íntimos (mi primer beso fue con él, solo queríamos probarlo) y sobre todo el siempre, siempre, tiene algo para sacarme una sonrisa.

-Parece que tu neurona feliz hoy se ha levantado triste

-Tonto -Le dije yo riéndome y dándole un suave puñetazo en el brazo. -No es nada solo, que tengo unas noticias algo malas...

-¿Qué pasa Nae?

-Tío esto no es nada fácil ¿vale? Pero tu y yo tenemos que superarlo. -Kevin me miró muy extrañado con cara de misterio - Mi madre y yo... nos mudamos a Australia.

Note que una lágrima caía por mi mejilla. Kevin me la vio. No dijo nada simplemente se abalanzó hacia mí dándome un intenso abrazo. Rompí a llorar, y noté cómo el también sollozaba.