-Treinta y dos-

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—¡Liz! —gritó el muchacho, desesperado. No entendía lo que había pasado. Solo que la había cagado.

—¿No me entendiste, Queen? ¡Te dije que te pudras, imbécil! ¡Vete a la mierda! —había parado de correr, solo para gritarle eso y que él pudiese ver sus ojos rojos, y lágrimas resbalando por sus mejillas—. ¡Eres un completo imbécil! ¡Te odio!

Y ahí, con esas palabras pronunciadas sin querer, el corazón de ambos se rompió.

El de el chico, porque sus sentimientos definitivamente no eran correspondidos.

El de ella, porque vio como una luz se apagaba en los ojos de él, por su culpa.

Porque pronunció las palabras que no tenia.

Y se sentía mal por eso.

Liz, ¿aceptas esta flor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora