Capítulo 4

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Cuando llegué tarde al salón de clases, el profesor me miró con descontento y me reprendió por llegar tarde. Argumenté que el cambio de horario me tenía despistada y se relajó al respecto.

Pero los que no se relajaron nada fueron ciertos gemelos y la chica/chico que los acompañaba.

A la salida de clases me tocó caminar a casa. Eso fue definitivamente lo peor, pero al menos no vivía tan lejos y conocía bien el camino. En la mañana lo había memorizado.

Cuando llegué a mi casa sonreí nerviosa. Yo no quería importunar el reencuentro de Tamaki con Anne Sophie, pero me estaba muriendo de ganas de verlos juntos. Estaba segura de que sería hermoso.

Me hice la despistada por un largo rato, me inventé puño de cosas qué hacer, pero la tentación me estaba matando. De verdad me estaba muriendo de ganas de ver esa escena, y en serio que no quería ser inoportuna.

Respiré profundo dirigiéndome a la cocina para preparar la cena. Si, yo sabía cocinar, y lo hacía bastante bien pues, a diferencia de Eclair, yo era una señorita rica algo especial. Por eso siempre tenía problemas.

Cuando sentí que podía entrar sin interrumpir nada, subí al estudio donde Tamaki y Anne Sophie estaban para anunciar la cena y, tal como lo esperaba, lo que encontré fue tan hermoso que no pude evitar derramar algunas lágrimas.

Anne Sophie estaba sentada en el sofá, Tamaki yacía sentado a los pies de su madre con la cabeza en su regazo y ella acariciaba los rubios cabellos del chico que tenía los ojos cerrados y una enorme sonrisa plantada en el rostro.

Llevé una mano a mi boca, cubriendo así mi estúpida sonrisa, y la otra mano instintivamente llegó a mi vientre, donde el mayor de mis problemas estaba creciendo saludablemente.

Y, aunque no me cansaba de ver lo que veía, aclaré la garganta sacando a dos de su adorado ensueño. 

Ambos me miraron y, quitando las lágrimas de mis ojos, les sonreí.

—Preparé la cena —anuncié—. ¿Quieren acompañarme? 

Ambos asintieron sonriendo.

Tamaki se puso de pie, pidió la mano de su madre quien se la entregó con una gran sonrisa y, casi abrazados, ambos fueron al comedor mientras yo los seguía aun con muchas lágrimas en mis ojos y un nudito en la garganta.


* *


—¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó Tamaki luego de que cenamos y hablamos de un montón de cosas—, haré lo que quieras, solo dilo.

Sonreí, su declaración era bastante conveniente.

—Estoy embarazada —anuncié y Tamaki me vio con sorpresa. Lo tenía claro, estar embarazada a los dieciséis no sonaba nada prometedor—. Es en eso en lo que necesito apoyo.


Continúa...

MON TONNERREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora