Hasta que la muerte los separe

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Cercanos a la isla a la que Zico guió a su barco y tripulación y que causó que se quedaran varios días varados en alta mar, el Capitán ordenó que anclaran allí mismo para no llamar la atención de los habitantes del lugar. Mientras tanto él y Yu Kwon se dirigirían a la orilla en un bote, con la arena en un frasco de vidrio cerrado y sin armas. Todos pensaron que eso último era una mala idea pero si llegaban a verlos con ellas pensarían que fueron a buscar problemas y eso era lo menos que querían.

-Muy Bien Yu Kwon – comenzó a hablar el Capitán al momento que bajaban del bote – Es muy seguro que nos atrapen. Yo intentaré hablar con ellos y hacerles entender que es lo que queremos pero quizás ellos quieran algo a cambio y allí es donde entras tú.

-¿Cómo exactamente? – comenzaba a temer lo que le iba a decir.

Zico puso una mano en el hombro del chico y sonrió.

-Tú serás el pago.

-¿¡Qué!? ¿Y-y si me matan o me comen?

-Yu Kwon ¿Crees que dejaría que te suceda algo? Por más mal que me caigas eres parte de mi tripulación y yo nunca dejaré a mis hombres atrás. Cuando termine con el brujo iré a buscarte y listo.

-Lo haces sonar como si fuera tan fácil.

-Confía en mí – le dio unas palmadas en el hombro para animarlo.

Se adentraron a esa tupida selva que se alzaba con altas palmeras y maleza que no dejaba ver lo que había detrás, lo que les esperaría, si de verdad sería tan peligroso como Zico lo hacía ver. A pesar que su capitán le dijo que confiara en él y que no tenía por qué preocuparse, Yu Kwon de todas maneras estaba nervioso por lo que pudiera pasarle y no entendía como el otro podía estar tan tranquilo y confiado ¿Será que todo era una trampa y lo que quería era aprovechar y deshacerse de él en esa isla? Pensó el muchacho. Sacudió su cabeza para sacarse esas ideas porque por más malo que Zico pueda ser a veces, es cierto que es un buen capitán que siempre protegería a su tripulación.

-Y Zico, dime ¿Cómo conocías esta isla?

-Estuve hace tiempo aquí – se detuvo y miró al otro – Aquí fue donde mi hermano me abandonó cuando me echó de mi barco. El primer día que estuve aquí, después de maldecirlo una y mil veces, di un paseo y di con la tribu. No me acerqué porque podría ser peligroso así que me quedé en la costa hasta que ese barco pasó y me rescató.

-Ya veo – asintió con la cabeza – No debe ser fácil para ti volver.

-No, no lo es.

Siguieron avanzando por la frondosa selva con mucha cautela y con sus sentidos agudizados por si algo o alguien se escondían entre los árboles. Llegaron a un claro donde se podía ver el cielo completamente y los rayos del sol iluminaban un puente colgante que no lucía muy seguro entre unos acantilados. Se detuvieron, Zico lo examinó y después siguió su camino por éste.

-Zico, eso no se ve muy seguro, podría romperse – dijo Yu Kwon desde la punta del puente, aún no atrevía a subir.

-Deja de ser tan cobarde – gruñó – Yo paso primero y luego lo haces tú, así no cederá por el peso.

El Capitán siguió por el puente teniendo mucho cuidado donde pisaba y se agarraba para no terminar de desprenderlo. Pudo llegar al otro extremo y desde allí le gritó a Yu Kwon que prosiguiera. No había nada más que hacer así que el chico se subió a esos viejo y desgastados listones de madera que conformaban el puente, los cuales crujieron bajo sus pies y avanzó lentamente sosteniéndose bien. Zico le gritaba que se apurara y eso lo hacía sentir aún más nervioso y desesperado, no quería distraerse o hacer algún mal movimiento que lo hiciera caer a ese profundo precipicio.

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