con esas brillantes orbes azuladas irradiando furia. El ceño fruncido que traía me hizo querer golpearle con todas mis fuerzas, pero obviamente sería en vano. Los chicos siempre han tenido más fuerza que las chicas y apostaría todo a que si le doy un puñetazo en el pómulo izquierdo, él lo devolvería con toda esa cólera acumulada.
- ¡¿Así que ahora la culpa es mía?! -grité-. ¡¿Yo tengo la culpa de que tu seas un idiota reconocido por cantar en una tonta banda?!
- ¡No estoy diciendo eso, mierda! -vociferó de vuelta-. Me refiero a que podrías dejar de ver a el imbécil de Connor en público y tomarle de la mano. Luego eres tú la que queda mal ante la prensa. Solo intento protegerte de los insultos de "puta" y "zorra" que quizá luego llegarán.
- Oh, créeme que los recibo cada segundo del día -musité-. ¡Y tú no puedes ordenarme con quién y no estar! -exclamé.
- ¡Soy tu novio! ¡Debes obedecerme!
- ¡Agh! ¡Te odio! -chillé, las lágrimas presentes en mis ojos-. ¡Te odio, te odio, te odio! ¡Desearía que fallecieras en este mismo instante!
Su rostro se suavizó un poco, pero sus globos oculares no dejaron su estado furioso. Formó las manos dos puños. Ya sabía lo que continuaría.
Liam daría el fin a ésta relación de cuatro años, y si no lo realizara él, yo lo haría. Estaba aburrida de todas las discusiones que habíamos tenido los últimos meses.
- ¿En serio quieres que muera? -preguntó más calmado.
- Sí. No soporto la idea de que no pueda tener amigos por tú culpa. En cambio tú... tú puedes estar con cualquier chica que quieras, ¿no? -resoplé-. Ahora solo deseo una cosa más que eso.
- No, por favor -suplicó. Sus ojos se cristalizaron.
Apreté mis labios fuertemente junto con el teléfono móvil en la mano derecha.
- ____ -continuó él.
Ahora lo único que sus palabras me causaban eran náuseas.
- No quiero dormir contigo en la misma cama. Vete al sofá -espeté.
- ¿Podemos hablar más tranquilos? -suplicó.
Elevé a la altura de mi hombro el brazo y le lancé el móvil.
- ¡Ve al maldito sofá!
Abrió la boca para protestar una vez más, pero de inmediato la cerró. Liam caminó a paso lento donde la puerta se encontraba, y se detuvo en seco. Volteó para contemplarme con esa mirada que un millón de veces me había hecho sentir protegida, amada, e incluso, la única persona en el mundo.
Esta vez fue la excepción.
Las groserías en mi cabeza para lanzarle no cesaban.
- No olvides, que después de toda la tonta discusión que acabamos de tener, te amo. Nada ni nadie podrá cambiar eso -musitó suavemente-. ¿Recuerdas la magia que de pronto brotó en el aire la primera vez que te besé?
Tragué duro.
Lo recordaba a la perfección.
- ¿O cuándo me confesaste como fanática loca que me amabas desde antes que me hablaras? -soltó una risita-. Espero que cosas como esas no se borren de tu mente -tomó una larga respiración-. Buenas noches, _____.
Y se fue.
Quedé cinco minutos con los pies pegados al suelo, y cuando intenté moverme, náuseas más fuertes me marearon. Corrí al cuarto de baño para dejar todo el vómito amargo salir. Luego de realizar aquella asquerosidad, lavé mis dientes y me recosté en la cama bajo las sábanas y frazadas.