CAPITULO I- EL HOTEL

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-¿Cuánto tardaremos en llegar?-preguntó Paloma mientras observaba el paisaje por la ventanilla del silencioso tren.

-Según el horario, una hora más y estaremos allí. Más o menos a las diez. ¿Por qué, te aburro?-contestó él pellizcando suavemente su mejilla.

-No, chiquitín. Lo que pasa es que quiero llegar ya. Ya me conoces, prefiero caminar. No me gusta estar tanto tiempo en un vehículo.

-Si quieres, en la siguiente parada bajas y continúas andando-contestó él riendo.

-¡Qué gracioso es mi niño, de verdad!-respondió sarcásticamente mientras se acercaba para darle un beso.

-Que, ¿deseando llegar al hotel e ir a la playa?

-¡Pues sí! Después de estar tres horas en el tren, ya apetece.

-No queda nada, no te preocupes.

Como estaba previsto, tras una hora más de viaje, Lucas y Paloma llegaron a su destino y, tras recoger el equipaje, bajaron del tren.

La estación era ruidosa; la gente no dejaba de bajar y subir de sus respectivos trenes. Sin embargo, no les costaba mucho caminar con las maletas entre aquella multitud. En cuanto salieron de la estación, el aroma al agua marina embriagó sus pulmones, animando y relajando su humor ante todo aquel ajetreo. La playa a la que se dirigían se encontraba a poco más de una hora caminando, por lo que decidieron coger un autobús que se dirigiera allí. Sin embargo, no fueron para nada los únicos a los que se les había ocurrido ésa idea, por lo que tuvieron que darse prisa para llegar a la parada si querían coger un sitio en el autobús.

La cola que se había formado era bastante larga e incómoda para quienes la formaban. La gente se empujaba y había quienes intentaban colarse; pero cuando llegó el bus, Lucas y Paloma lograron ser de los primeros en subir y coger uno de los muchos sitios que había. Lógicamente, escogieron el que estaba al lado de la puerta más cercana, pues al igual que era incómoda la subida, lo era también la bajada. Al poco rato, comenzaron a divisar el precioso mar: el agua azul y sus destellos dorados fruto de los rayos del sol. El día se presentaba soleado, sin apenas nubes, y bastante animado. Pasados unos minutos, y tras un breve instante de empujones, Lucas y Paloma bajaron en la parada en la que les tocaba bajar; Paloma miró un rato a su alrededor y, sonriendo, agarró el brazo de Lucas mientras iniciaba la marcha para arrastrarle con ella lo antes posible al hotel.

"Marítimo"; así decía el gran cartel que se erigía en la cima de aquel colosal edificio. Un hotel de tres estrellas en el que pasarían el resto de la semana. Al principio, les pareció inmensamente caro cuando buscaron el precio por noche en internet; pero tras un año ahorrando de lo que les daban, lograron reunir lo suficiente para hospedarse allí. No querían escatimar en gastos... al fin y al cabo, una semana es una semana... aunque no fueran a pasarla en el hotel precisamente.

Cuando entraron se maravillaron de lo detallado que estaba el hall: Columnas de un metal dorado impoluto en el que podían reflejarse, un suelo cobrizo reluciente, y unos asientos de cuero que parecían bastante cómodos; las mesas, eran de cristal con las patas doradas y dibujos en relieve. Tras quedarse un rato mirando, Paloma instó a Lucas de pedir la llave de la habitación y subir a colocar lo que llevaban en los armarios y mesitas. La recepción... una barra de madera barnizada en la que detrás se situaban dos dependientes que atendían las peticiones de sus clientes y a los que debían dirigirse.

-Buenos días caballero; ¿Señorita?

-Buenos días señor-contestó Lucas.

-Moriría por ver que le contestaba Javier-intervino Paloma divertida en un susurro.

Viaje al infierno II-Tierra malditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora