CAPITULO IX- DUELO DOBLE

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El orfanato ardiendo, daba paso a los rugidos de unas criaturas que se escondían tras las llamas; poco a poco, sus figuras conseguían discernirse de entre la luz de la madera candente, y las negras cenizas.

La pareja estaba paralizada, sin saber si empezar a correr o permanecer en el sitio; simplemente esperaban por alguna razón, el poder ver qué se escondía tras el avivado fuego.

Cuando las sombras comenzaban a tomar forma entre la luz, la pareja entendió la situación en la que se encontraban: Lucas, algo cojo y magullado; Paloma, con la cara ensangrentada nublándola la visión... sería arduo difícil escapar de esos... "animales".

Algunos, parecían ir a cuatro patas; otros, a dos; algunos, hasta a seis. Aunque claro, no usaron precisamente su tiempo en contar patas... pues estaban más preocupados de su agresivo aspecto.

Paloma no los conocía, pero Lucas no podía olvidarlos. Todos ellos tenían varias características del primer demonio que vio al llegar al infierno: sin piel, en carne viva y sangrando de forma continua, boca desencajada con colmillos afilados como cuchillas, y unas potentes zarpas para atacar y rápidas patas para correr.

Eran bestias sin cerebro, sin conciencia; ni si quiera tenían un mísero atisbo maldad... no eran mucho más que animales por mas o menos patas que tuvieran.

La pareja, abrumada por aquellas bestias, inició una lenta retirada evitando así, bruscos movimientos que pudieran hacer reaccionar a la rabiosa manada. Pero fue inútil...

Se lanzaron al ataque.

Paloma y Lucas, iniciaron la carrera aun sabiendo que tarde o temprano los cogerían; sin embargo, no iban a dejarse coger así por las buenas, y decidieron adentrarse en el bosque; intentarían despistarlos.

Cojeando, y apoyándose el uno en el otro, intentaban huir lo más rápido que podían saltando raíces y sorteando las ramas que pudieran golpearles la cara; todo ello, sin perder de vista a sus perseguidores.

Intentando ganar cada segundo de tiempo, cada vez que pasaban entre dos árboles, usaban el poder de los brazaletes para dejar pantallas transparentes en medio de éstos. De esa forma, algunos chocaban mientras que el resto, debía sortear la trampa brindándoles así, un segundo más de huida.

Sin embargo, no tardaron en alcanzarlos y una de esas bestias, embistió a la pareja; los dos, con agudos reflejos, consiguieron esquivarla haciéndola pasar entre ambos. En ese momento, pensé que tuvieron suerte... luego vi la realidad.

El hueco que dejaron entre ellos, fue suficiente para que las bestias ya no persiguieran a una pareja, sino a dos personas individuales: se habían separado.

Preocupados al verse perseguidos cada uno por un grupo diferente de demonios, no tuvieron más que huir mientras veían cómo su separación se hacía cada vez más grande hasta que al final, se perdieron de vista. En ese momento, se sintieron algo más desprotegidos y preocupados, pues no sabrían cómo se encontraría el otro en dicho momento. De todos modos, algo en su interior los tranquilizaba porque, una vez vivido el infierno entero, y habiéndose defendido en la tierra del mismo, no podían considerarse nuevos en ese tipo de batallas propiamente dicho. Sabían defenderse aunque claro, al igual que los seres humanos, cada demonio es distinto, y nunca se sabe con cuál puedes a toparte. Más bien... con cuáles iban a toparse.

Mientras cada uno por su parte, centraba su atención en huir de los demonios, yo podía ver cómo poco a poco las bestias deceleraban el paso de forma progresiva. Estaban dejando de seguirles; a mí me pareció raro, porque estas manadas por norma general son como los lobos hambrientos: siguen a su presa hasta darla caza y, si uno se cansa, el resto continúa. Sin embargo los demonios deceleraban a la vez, como si sólo hubieran querido asustarles, hacerlos correr.

Viaje al infierno II-Tierra malditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora