Capítulo 1

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*Seis años después*

Comencé a sentir una presión en mi abdomen, oprimiendo mi costado izquierdo. Me removí en aquella cama, estirándome mientras abría los ojos lentamente, parpadeando un par de veces para acostumbrar mi vista a los rayos del sol que se colaban entre las cortinas blancas, que se movían ondeando lentamente por la pequeña brisa que se colaba. Fijé mi vista en la coronilla castaña que dormía plácidamente sobre mi pecho, abrazándome por el costado. Soltando su cálido aliento sobre mi piel. Pequeños ronquidos se colaban por sus labios entreabiertos cuando respiraba, provocándome una pequeña sonrisa. Acaricié su mejilla con el dorso de mi mano lentamente. Estaba cálida y suave, como siempre. Miré el reloj de mi mesilla de noche y aún faltaba una hora para que la alarma saltase. Intenté separar su brazo de mi costado pero comenzó a rejuntarse más a mí, pasando una de sus piernas entre las mías, abrazándome. Soltando pequeños quejidos. Volví a sonreír, era inevitable.

-Akira...- Habló en sueños con una tenue voz. Casi aterciopelada.

Alcé las cejas sorprendido, deseando que siguiera hablando pero pasaron los minutos y no lo hizo. Intenté escurrirme de nuevo de su abrazo consiguiéndolo a duras penas, dejándolo sobre el colchón boca abajo. Los rayos de sol impactaban directamente en su desnuda espalda, tiñéndola de un color dorado totalmente ficticio. La sábana blanca cubría el resto de su cuerpo, excepto sus estrechos brazos que enseguida se abrazaron a la almohada. Fui directo a la cocina, preparando un desayuno para ambos notando como mi cuerpo se sentía completamente destemplado. La piel se me erizaba cada dos por tres, obligándome a frotarme los brazos para calentarlos.

Mientras el café se preparaba cogí cuatro moldes de pan metiéndolas en la tostadora. Abrí el frigorífico y rebusqué hasta encontrar la mermelada de fresa y un cartón de zumo, vertiéndolo en dos vasos. La tostadora saltó de repente, avisándome de que ya estaban listos los moldes de pan. Con un cuchillo comencé a esparcir por ellas la mermelada de fresa y acabé sirviendo el café en dos tazas mientras silbaba. Seguramente le parecería una mariconada esto que estaba haciendo pero quería que empezara su primer día de trabajo sonriente. Acabé por coger unos pocos cruasanes de chocolate y lo coloqué todo en una bandeja, llevándola con cuidado hacia la habitación. El café caliente comenzó a humear, dejando ese olor a recién hecho por toda la casa, abriéndome el apetito. Llegué al cuarto con lentitud, viéndolo como lo había dejado. Sonreí como un tonto mientras subía a la cama, dejando la bandeja sobre la mesilla. Acaricié su espalda con la yema de mis dedos, creando círculos sin ningún tipo de rumbo fijo. Taka se comenzó a remover, escapándosele pequeñas sonrisas mientras dormía.

-Vamos.... Despierta.-

Soltó otro quejido mientras giraba su rostro hacia el otro lado, ignorándome. Puse los ojos en blanco y volví a moverlo esta vez con más persistencia.

-Taka...-

Me coloqué encima de él a cuatro patas sin rozarle, acercando mis labios a sus hombros. Comencé a besar su piel lentamente, su dulce esencia se coló en mi cerebro con fuerza, provocando que mi corazón palpitase con intensidad. Aparté el pelo que descansaba sobre su cuello hacia un lado, despejándolo para seguir repartiendo pequeños besos sobre él. Sutiles pero dulces risas morían en el colchón, al estar cara él, provocando las mías. Me acerqué a su oído, pasando mi lengua a modo de juego.

-Buenos días- canturreé en su oído.

-Hm...- Otra risa se coló en sus labios mientras se daba la vuelta, colocándose de espaldas al colchón para mirarme.

Sus ojos todavía entre abiertos por el sueño trataban de mirarme, acariciando mis brazos con parsimonia.

-Buenos días.-

Perdóname. (2ª parte de Enséñame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora